Lee Friedlander: los ojos de la ciudad

El icónico Lee Friedlander comenzó con una Leica, luego utilizó una Hasselblad. Pionero del reportaje documental, capturó la vida urbana, retratos íntimos y monumentos. Su ingenio redefinió la fotografía

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Lee Friedlander, “Maria with Erik” (Nueva York, 1960).
Lee Friedlander, “Maria with Erik” (Nueva York, 1960).

«Yo quería sacar sólo al tío Vern al lado de su coche nuevo (un Hudson) con el fondo de un día despejado. Salieron el coche y él. Y también parte de la colada de la tía Mary, y Beu Jack, el perro haciendo pis en una valla, y una hilera de tiestos de begonias tuberosas del soportal, y 78 árboles, y un millón de guijarros del camino de acceso a la casa, y muchas más cosas. ¡Qué medio tan generoso es la fotografía!» (Lee Friedlander)

Lee Friedlander se inició de niño en el mundo de la fotografía con una pequeña Leica de 35 milímetros, la cual cambió en la década de 1990 por una Hasselblad Superwide. Estudió en el Art Center College de Los Ángeles hasta que en 1955 se trasladó a Nueva York. En sus comienzos profesionales trabajó para revistas como Sports Illustrated, Holiday o Seventeen y realizó algunas fotografías para portadas de discos, fruto de su pasión por el jazz.

Pionero del reportaje documental, Friedlander supo desde siempre captar el paso de los días en la ciudad, las vallas publicitarias, los escaparates de las tiendas, el devenir y la agitación en las calles. Su trabajo nos aproxima a personajes anónimos, trabajadores de las fábricas, naturalezas muertas o monumentos públicos.

En sus inicios en los años 50 del siglo XX, su obra estuvo profundamente marcada por la estética pop, las fotos espontáneas y las innovaciones formales en las imágenes. A principios de los 70, amplía el abanico de temas y su estilo gana en agilidad, ternura y sensualidad, sin perder nunca la frescura. En 1976, inicia una serie sobre los monumentos norteamericanos que supera las mil imágenes: desde las construcciones públicas más nobles a las esculturas más ridículas.

Durante los años 80, ya en su etapa madura, se adentra en otros campos como el desnudo femenino o las flores de los cerezos del Japón. Una de sus mayores debilidades ha sido viajar por todo el mundo, residiendo temporadas en China o La India.

La novedad de la obra de Friedlander se encuentra en la destreza que posee el propio artista a la hora de incluir de forma ingeniosa en sus imágenes juegos visuales, sombras o reflejos, con la intención de mostrar la capacidad que tiene la fotografía para modificar lo visible. La proximidad de la realidad, los encuadres inspirados en la foto doméstica y los errores premeditados son parte del código creativo de este veterano observador que con su cámara da forma a lo que él siempre denominó “paisaje social americano”. En los años 90, fotografió los parajes del oeste de Estados Unidos, de donde es natural, mostrando así su pasión por los escenarios grandiosos o extraños.

La última etapa de su vida profesional está marcada por la plasmación del mundo de una manera más voluptuosa y escultural, dando paso a un nuevo barroquismo. Con más de 60.000 imágenes tomadas a lo largo de su trayectoria, Lee Friedlander es uno de los artistas más prolíficos de la historia de la fotografía contemporánea.

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