La historia de un ángel ¿caído?

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Ángel García Roldán, “Tote Kojoten” (2014).
Ángel García Roldán, “Tote Kojoten” (2014).

Su cuerpo, su rostro, es acorralado ante los límites necesarios que consensúan lo que podríamos denominar como una realidad auténtica. A pesar de ello, Ángel García Roldán sigue pensando que cualquier acto humilde de intentar fotografiarse se convierte finalmente en una farsa; porque las certezas son tan intangibles que cuando el propio autor se ve como un otro ya no puede considerar propia su verdadera imagen.

—José Ramón González: La cosificación del cuerpo ha generado una disfuncionalidad a la hora de conceptualizar el vínculo individuo-entorno. En este contexto, se difumina la dualidad Eros-Thánatos, que podría evidenciarse por ejemplo en tu última serie fotográfica “House”; donde los cuerpos desnudos se presentan frente a lo que podría ser una última morada.
—Ángel García Roldán: En realidad, las moradas son un continuo desaparecer y ahí se esconde la necesidad del otro, de lo conocido, de su imposibilidad, y en todo caso, de su recuerdo. Y es en esta reconceptualización del Eros-Thánatos donde aparece esa especie de pesadumbre ante la desaparición. “House” plantea un discurso próximo al de Søren Kierkegaard cuando escribía sobre su concepto de la angustia: Una vez fotografiados esos cuerpos se objetualizan de forma imposible e impasible. Desaparece la posibilidad y su futuro, y la identidad se diluye en la referencia iconográfica de su cuerpo. Un cuerpo en la quietud del movimiento como en la fotografías de Eadweard Muybridge, un Eros encarcelado en la multiplicación de su última morada. “House”, es esa otra casa de todos.

—J.R.G.: “Salió el muerto con los pies y las manos sujetos con vendas y el rostro envuelto en un sudario” (Juan 11, 1-45). En “Lázaro” (2012), un hombre pétreo y blanquecino parece despertar del sueño eterno. ¿Hay algo de acto litúrgico en la intencionalidad de este imaginario?
—Á.G.R.: Más que de acto litúrgico yo hablaría de un ritual liberador. La morada del difunto es probablemente esa idea de un fin para un principio y su sospecha está presente en la humanidad desde el inicio. Todas las culturas han desarrollado mitos en relación a esta imagen de regresar de la muerte. Nuestro Lázaro intenta despertar y parpadear al saberse vivo, y en su deseo agrieta su rostro de cal, aquella que evita el hedor y la enfermedad, para ofrecerse al mundo. Creo que la idea de la transformación se manifiesta en esta pieza para permitirnos cuestionar el movimiento a la inversa. Como cuando miramos las imágenes de nuestros seres queridos que ya no están. Probablemente, los revivimos en nuestros recuerdos, aunque sus imágenes sólo manifiestan un físico intangible a través de la experiencia del rapto. Quizás habría que retitularlo “El rapto de Lázaro”.

—J.R.G.: A propósito de “Tote Kojoten” (2014), Franco Battiato canta en uno de sus temas: “El animal que llevo dentro no me ha dejado nunca ser feliz, me roba todo, hasta el café. Me vuelve esclavo de mis pasiones, sin distinguir jamás, y nunca espera…”
—Á.G.R.: Aunque este otro animal (que llevo dentro) sólo sea una especie de álter ego que me conduce a experimentar con el límite, y no tanto de lo real, sino de ese otro que tiene más que ver con su simulacro: La sangre o la deformación del cuerpo ponen de relieve la construcción cultural de una iconografía universal del sacrificio, del dolor y la muerte. Pero no es cosa mía, está ahí fuera desde hace tiempo, en la industria cultural (en el cine o los videojuegos), en los medios de información, incluso en el espectáculo de la mentira (esa telerrealidad que ya no está tan de moda). “Tote Kojoten” es el eccehomo de hoy, y está presente porque la crisis de lo real se cruzó precisamente en nuestro día a día. Nada es tan inviolable como la propia identidad. Así que todo es fake como en “F for Fake” de Orson Welles.

—J.R.G.: “The Golem” (2015), una vez más, me evoca tiempos bíblicos: “Y Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz hálito de vida, y el hombre se convirtió en ser viviente” (Génesis 2:7).
—Á.G.R.: Efectivamente, retomamos nuevamente la literatura mítica para desarrollar un episodio apasionante: El Golem, mito judaico de la edad media en el que se relata el intento del hombre de hacer un ser a su imagen y semejanza para que ayudase en lo más pesado de la existencia humana. Y como en el Génesis, la materia habría de ser también el barro. Digamos que en paralelo a la idea de la creación surgen estas versiones más ingenuas que necesitan de seres fantásticos y de una instrumentalización del saber en relación con lo divino y transcendente. Pero al final son un auténtico fiasco; una serie de monstruos y apéndices unidos sin suerte ni cordura. Podemos citar algunos ejemplos de estas creaciones humanas originadas en la literatura más cercana como Frankenstein o cualquier historia de zombis… Así somos en realidad, buscamos una fórmula para conseguir la fusión nuclear e inventamos la bomba atómica. Nuestros monstruos no dejan de ser una imagen de nosotros mismos, alimentados por el deseo de economía y subsistencia: Hitler, Stalin, Mussolini, Pol Pot…

—J.R.G.: En tu poema audiovisual de 2013 “After Icaro”, el hijo de Dédalo ¿representa la imposibilidad del ser inmutable y metafísico o la imagen simbólica del ángel caído?
—Á.G.R.: En realidad, cuando me propuse este proyecto tenía una cosa clara, debía de mostrar cuánto de Ícaro tenemos los creadores en el mundo del arte y cuánto de superación infructuosa hay en el camino. El Arte son varias cosas, no es nada nuevo: Una cosa es el sentido comunicativo de nuestros artefactos y la necesidad de hacerlos visibles y otra el complejo entramado de verdades, siempre a medias, que ofrece la industria cultural y el arte mercancía. En los últimos 50 años, perdida el áurea de la que hablaba José Luís Brea, el arte es necesariamente primero difusión, luego divulgación y por último una necesidad de mercadeo que sostiene una forma de economía. Sentirse vivo es mostrar, consolidarse es hablar de ello y venderse es poder sobrevivir al fin de lo que uno hace: Estos son los tres estados de la fagocitación del Arte en el territorio del arte.

—J.R.G.: Con tu permiso, me gustaría plantear mi interpretación sobre “Nàrke. Una tragedia en tres actos” (2010): Al ver esta pieza narrativa no puedo evitar pensar en la teoría del anhelo primario de regreso al vientre materno del psicoanalista inglés John Bowlby.
—Á.G.R.: “Nàrke” (Narciso en griego) es uno de esos proyectos cruciales para entender lo que vendrá años después en relación a la deriva narrativa de mi trabajo audiovisual. La pieza fue realizada ex profeso para instalarse durante un período de tiempo en Córdoba, en la Villa romana de El Ruedo en Almedinilla, dentro del programa de arte contemporáneo titulado “Hypnos” (Somnus), en referencia a la escultura de la deidad encontrada en la villa. Hypnos es la personificación del sueño; hijo de Nobe (la noche) y hermano de Thánatos (la muerte), y tenía como misión conducir plácidamente a las almas hacia la muerte, como en un sueño. En cierto sentido hay algo de psicoanálisis en este episodio y también en el del joven Narciso que sucumbió a su muerte narcotizado por la visión de su propia imagen reflejada en el agua. Estoy de acuerdo en que probablemente el ensimismado Narciso sufría alguna disfunción de su necesidad de apego.

—J.R.G.: Ángel, ¿a dónde conduce la deriva existencial que parece hilvanar el discurso narrativo de tus obras? Contemplo tus creaciones y veo en ti al Ulises de “La Ilíada”; caminante de muchos senderos, de multiforme ingenio…
—Á.G.R.: Interesante verlo de esta manera, y más aún cuando mi último trabajo recorre esos mundos híbridos entre el videoarte y el cine experimental. “Tote Hasen II. El viento de Ulises”, es probablemente una pieza que aglutina buena parte de lo comentado a lo largo de esta entrevista y supone un recorrido en lo que podríamos denominar como narrativa audiovisual extendida. No es propiamente cine aunque lo parezca, salvo por su extensión, setentaiún minutos.

El largometraje ofrece un discurso narrativo basado en imágenes —sin texto— que generan una sucesión simbólica de acciones para terminar desdoblando al personaje principal, Ulises. Los giros narrativos permanecen sujetos a la estructura del ensayo, y por lo tanto, obedecen a otro ritmo —el del proceso— que no siempre coincide con el difundido por la industria cultural. A partir de ahí el espectador se interesa e interroga, situándose en la vanguardia del proceso creativo. Esta es una de las virtudes del proyecto; ser capaz de situar al propio espectador como si fuese un operador activo del ensayo. Y es que el proyecto “Tote Hasen” plantea eso mismo: lo contrario de la conocida performance de Joseph Beuys en la Galería de Arte de Düsseldorf. Esto es: Piensa por ti mismo. Aunque lo de Beuys era ironía e inteligente crítica.

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