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La historia de una cibersociedad proscrita

La transformación del hacker: de buscador de conocimiento a marginado criminalizado. Desafiando la percepción, los hackers luchan por legitimar su ética en una sociedad que los estigmatiza
26 de junio de 2016
Ciberactivista de Anonymous con la máscara de Guy Fawkes. Fotografía de archivo.
Ciberactivista de Anonymous con la máscara de Guy Fawkes. Fotografía de archivo.

El informático y escritor norteamericano Eric Raymond, autor de “The New Hacker’s Dictionary” (Eric S. Raymond, 1996), definió a los hackers como inteligentes, intensos, abstraídos e intelectualmente abiertos, que prefieren el desafío del conocimiento a una recompensa monetaria por un trabajo.

Desde la popularización del ordenador personal a finales de la década de los 70 del siglo XX, el progresivo crecimiento de la práctica del hacking ha dado como resultado el cambio del papel de la tecnología en la sociedad. La imagen del hacker se ha transformado de personaje inofensivo a ciberdelincuente. Sus actividades han sido criminalizadas y hoy son perseguidos por la ley. Los hackers quieren que su ética sea vista como legítima, o al menos entendida, en lugar de ser descritos como enfants terribles que emplean su tiempo en ocasionar daños dentro de la comunidad informática.

El término comenzó a utilizarse para definir a un grupo de pioneros de la informática del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), a principios de los años 60. Desde entonces, y casi hasta finales de 1970, un hacker era una persona obsesionada por conocer lo más posible sobre los sistemas informáticos. A principios de los 80, bajo la influencia de la película de John Badham “Juegos de Guerra” (1983), y el arresto de la banda conocida como 414, los hackers pasaron a ser considerados como jóvenes insensatos capaces de violar sistemas informáticos de grandes empresas y del gobierno. Por desgracia, los medios de comunicación y la comunidad científica no han puesto mucho esfuerzo por variar esta definición. El problema para llegar a una definición más precisa radica tanto en la poca información que hay sobre sus actividades cotidianas como en el hecho de que lo que se conoce de ellos no siempre cabe bajo las etiquetas de los delitos conocidos. Este problema y la falta de entendimiento de lo que significa ser un hacker convierte esta etiqueta en un cliché excesivamente utilizado para calificar muchos tipos de intrusismos informáticos. La sociedad prefiere tildarlos de delincuentes que interceptan códigos de tarjetas de crédito y los utilizan para beneficio propio. En cambio, el principal objetivo de los hackers no es convertirse en malhechores sino pelear contra un sistema injusto utilizando como arma al propio sistema. Su guerra es silenciosa pero muy convincente.

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