¿Quién fue el que mató a Willy Wonka?

La primera versión de “Charlie y la fábrica de chocolate” es un tesoro cinematográfico atemporal. Sin embargo, Tim Burton pierde el encanto en su adaptación, desdibujando la magia del libro de Roald Dahl
30 de agosto de 2016
Gene Wilder, el primer Willy Wonka del cine. Fotograma de “Charlie y la fábrica de chocolate” (1971).
Gene Wilder, el primer Willy Wonka del cine. Fotograma de “Charlie y la fábrica de chocolate” (1971).

En la infancia se entretejen mundos de fantasía que con el paso del tiempo se convierten en recuerdos idealizados. Nace por entonces en el niño, gracias al poder de la imaginación, la capacidad de trasformar una caja de cartón en una nave galáctica o en un castillo fortificado. Vivimos con arrobamiento la fantasía de universos que dejan su huella en nuestro subconsciente, como es el caso del imaginario construido por el escritor inglés de literatura infantil Roald Dahl en su cuento de 1964 “Charlie y la fábrica de chocolate”.

En 1971, Mel Stuart dirigió la adaptación cinematográfica del sueño hecho realidad de Charlie Bucket. Gene Wilder (1933-2016) fue el encargado de dar vida al extravagante señor Wonka, que vivía un autoexilio en su misteriosa e inaccesible factoría. Se trataba en realidad de un producto de serie B que con los años se convirtió en película de culto llena de frescura y descaro. Esta primera versión de “Charlie y la fábrica de chocolate” se presenta en forma de brillante musical con una banda sonora repleta de momentos memorables como “Candy Man”, “Golden Ticket” o las canciones de los pequeños, anaranjados y moralizantes Oompa Loompa.

Los abuelos Joe, Josephine, George y Georgina compartiendo la misma cama decimonónica, “chupa-rico-perpetuos” para niños sin recursos, la petulante niña Veruca Salt, la Wonka Visión… Mel Stuart reinterpretó el clásico de Dahl entremezclando humor y fantasía de una forma acertada: escenarios de cartón piedra, efectos de croma y artefactos imposibles envueltos en un ambiente entrañable. Con los años, lejos de convertirse en una parodia, se ganó el respeto y Gene Wilder fue y será por siempre Willy Wonka.

En 2005, Tim Burton firmó su particular manera de entender la búsqueda desesperada del billete dorado, del sueño inalcanzable. Si repasamos su filmografía quizás era él el indicado, o no. Todo parece tan calculado que la película pierde el encanto del pionero Stuart, en definitiva, una hora y cincuenta y cinco minutos de artificios y barroquismo apabullante; insoportable en forma y esencia. Y si esto no fuera suficiente, Johnny Depp con la aquiescencia del director californiano descerraja tres tiros en la sien del maestro de la alquimia. ¡Willy Wonka ha muerto!

Pero el alcance de esta acción premeditada no es perceptible a los ojos de las nuevas generaciones, inmersas en una cultura de la inmediatez, ajena al mínimo esfuerzo a la hora de imaginar. Esto puede verse reflejado, por ejemplo, en la forma en la que se presenta a uno de los chiquillos, Mike Teavee: niñato matón de videojuegos, antaño pistolero apasionado de los westerns.

Estoy convencido de que quienes fueron a EGB entenderán por qué la primera traslación a la gran pantalla de “Charlie y la fábrica de chocolate” es pura imaginación.

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