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Todos los peligros que acechan a los jóvenes

Los medios oficiales predican un no categórico a las drogas, pero la sociedad, hastiada de hipocresías y desigualdades, se inclina hacia una valoración basada en dinero, poder y rebeldía
27 de enero de 2017
Fotograma de la película “Demolition Man” (1993), de Marco Brambilla.
Fotograma de la película “Demolition Man” (1993), de Marco Brambilla.

Los medios de comunicación de masas advierten en el día a día, desde la verdad institucional (sería más correcto quizás definir lo dicho como realidad deseable por el Sistema), de los peligros que acechan a los jóvenes que se adentran en el mundo nocturno, sonámbulo y que navegan por el lado oscuro. De hecho, voy a pronunciar la palabra maldita: drogas.

El mensaje oficial que nos muestra el Sistema en sus diferentes facetas es claro: ¡Di no! Así de fácil. Pero el mensaje subliminal de carácter oficioso hace, sin duda, mella en una sociedad como la nuestra, bastante decadente desde el punto de vista de la sumisión a lo políticamente correcto.

Hemos llegado a un nivel de tolerancia con las mentiras y las medias verdades que nos empuja a la esquizofrenia en la diferenciación entre verdad y realidad. Es por eso que el mensaje de la calle es diferente (casi opuesto al oficial), de forma más o menos tácita; el líder de barrio, de la pandilla, etcétera. No es el más puro y casto, desde una perspectiva farmacológica y dócil con los preceptos del Sistema, sino más bien al revés, este último, no se come un rosco. Quien más y quien menos, sabe que se estila otro tipo de forma de valoración social basada en el dinero, el poder y una cierta maldad.

El Sistema, con su desprecio a la vida honrada de muchos, se permite freírnos a impuestos, mientras no se atreve a meter mano al dinero negro que hay en este país, España. No se pueden poner puertas al campo, por más que algunos de nuestros políticos tengan en el “Mundo feliz” de Aldous Huxley o en una mezcla de la sociedad desdibujada de “Blade Runner” y “Demolition Man” su mundo ideal.

Peligrosa inferencia de la intolerancia de pequeños dictadores institucionales que quieren imponer al resto su idea-realidad-verdad (puro intervencionismo) al que parte de la humanidad sólo ha podido responder de un modo: ¡Mafia!

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