Antes de la revolución maoísta de 1949, muchas familias chinas vendían a sus hijas para no morir de hambre. Incluso aunque no existiera necesidad, el contrato matrimonial era un arreglo entre clanes en el que la mujer no tenía decisión. Con la revolución, las mujeres se organizaron, rebelándose en una lucha contra su terrible situación. Tras la muerte de Mao Tse-tung en 1976, y con la restauración del sistema capitalista, se recuperaron los malos modos y el salvaje trato a la mujer como propiedad privada.
A principios de los años 80 del siglo XX el gobierno chino adoptó la política del “hijo único”. La pareja que tuviera un hijo varón no podría tener más prole. Sin embargo, quienes tuvieran primero una niña tendrían permiso para tener un segundo hijo. De esta manera, las mujeres optaron por abortar sistemáticamente todos los embarazos subsiguientes hasta que un análisis de ultrasonido indicara el nacimiento de un varón. Tres años después de la imposición de este agresivo método, el porcentaje de 106 nacimientos de niñas por cada 100 niños se había invertido, llegando a los 130 niños por cada 100 niñas. Debido a este desequilibrio se produjo el resurgir del comercio de mujeres. Cada año, miles de mujeres eran raptadas por mafias especializadas, para ser vendidas.
Durante años, las niñas chinas han sido víctimas de infanticidio, abandono y maltrato. Un estudio reveló que los varones recibían mejor leche, más alimento y mayor atención médica. A lo largo de la historia, la mujer china ha sufrido una continua discriminación, siendo explotada, vejada, etcétera. Ha tenido menos oportunidades a la hora de recibir una educación. En el trabajo gana menos que el hombre y en muchas ocasiones es acosada impunemente. Pero donde la desigualdad se hace más latente es en el propio hogar. Alrededor de un 30% de las mujeres casadas sufre aún alguna forma de violencia por parte de su marido. En ocasiones, ni siquiera le está permitido sentarse a la mesa. Esta mentalidad, defensora de argumentos imposibles como “la atención y el dinero puestos en la crianza de una niña son un derroche, ya que cuando se case su familia la perderá”, todavía perdura hoy —sobre todo en la zona rural, donde vive un 46% de la población—.
La primera causa de fallecimiento entre las mujeres chinas entre 15 y 35 años es el suicidio. Las jóvenes del medio rural, víctimas de profundas depresiones causadas por la situación de angustia a la que se ven sometidas, son las más propensas a quitarse la vida. Se calcula que casi el 56% de los suicidios de mujeres en el mundo ocurren en China.
Con el envejecimiento poblacional el control de la natalidad se ha vuelto obsoleto. Varios estudios realizados estiman que en 2050 habrá en el país cerca de 440 millones de personas mayores de 60 años.
En octubre de 2015, el gobierno chino anunció la reforma que ponía fin a más de 30 años de vigencia de la aberrante política del “hijo único”.
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