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Vittorio De Sica: ayer, hoy y siempre

La infancia de De Sica en Nápoles y Roma lo atrajo al mundo del espectáculo. Actor desde 1917, debutó como director en 1940. Con Cesare Zavattini, creó obras icónicas del neorrealismo. Ganó cuatro premios Óscar
13 de noviembre de 2017
En la imagen, Vittorio De Sica durante uno de sus rodajes. Fotografía de archivo.
En la imagen, Vittorio De Sica durante uno de sus rodajes. Fotografía de archivo.

Nacido en Sora el 7 de julio de 1901, su infancia transcurrió en Nápoles. Su familia se trasladó a Roma cuando contaba con apenas diez años y allí se diplomó en Contabilidad, aunque desde muy joven se sintió atraído por el mundo del espectáculo. En 1917 dio sus primeros pasos como actor en el film protagonizado por Francesca Bertini “El proceso Clémenceau”. En 1922 ingresó en el elenco teatral de Tatiana Pávlova para luego formar parte de otras compañías hasta consagrarse —hacia 1928— en la de Sergio Tofano con textos de Pirandello y Marcel Achard, entre otros.

En 1932 participó en la comedia “La vecchia signora” de Amleto Palermi; a partir de ahí sus interpretaciones se harían muy frecuentes. En 1940 debutó como director junto a Giuseppe Amato en “Rosas escarlatas”, para luego asumir la realización en solitario de “Magdalena, cero en conducta”. A éste, le siguen otros filmes menores hasta la eclosión neorrealista; movimiento al que aporta en 1943 “Los niños nos miran”, trabajo que precede a títulos del calibre del oscarizado drama “El limpiabotas” (1946), “Ladrón de bicicletas” (1948), “Milagro en Milán” (1951) y “Umberto D” (1952).

La asociación entre Vittorio De Sica y Cesare Zavattini se reveló como una de las más prósperas de la historia de la cinematografía italiana. Entre ambos existía una química especial: el primero aportaba el elemento emocional mientras que el segundo contribuía con una mayor preocupación testimonial y un peso conceptual más significativo. En el contexto de una desgarrada Italia de posguerra repasaron juntos los sinsabores de la miseria y la insolidaridad, se preocuparon de la infancia y la vejez, cultivando incluso la alegoría tan alejada del neorrealismo ortodoxo.

A comienzos de la década de los años 50 del siglo XX el neorrealismo había muerto. La censura se molestaba cuando el cine hablaba de pobres o gente con problemas, la industria descubrió que la frivolidad era más vendible. Surgió así el neorrealismo rosa y De Sica se vio obligado a descender su nivel de exigencia para supervivir. Como actor hizo un poco de todo, a menudo con brillo. Como realizador se fue hundiendo progresivamente en la inoperancia, con excepciones como “Indiscreción de una esposa” (1953), “El techo” (1956) o “Dos mujeres” (1960). La obra de Vittorio De Sica experimentó una breve recuperación en 1970 cuando firmó “El jardín de los Finzi-Contini”, cayendo otra vez en la atonía.

Ganador de cuatro premios Óscar, murió en Francia el 13 de noviembre de 1974, dejando una extensa e interesante filmografía, un tanto irregular según la crítica especializada.

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