Los niños constituyen casi la mitad de las víctimas en las guerras contemporáneas. Se estima que dos millones han perdido la vida en los conflictos armados del último decenio. Entre cuatro y cinco millones han resultado impedidos, sobre todo por explosiones de minas antipersonales. Las guerras han causado también más de un millón de huérfanos y han dejado sin hogar a unos 12 millones. Diez millones más sufren traumas psicológicos.
En casi todas las guerras del mundo participan niños soldados, que portan armas y forman parte de un ejército gubernamental o fuerza rebelde. Es difícil precisar su número, aunque se estima que actualmente pasa de los 300.000. Algunos grupos armados reclutan niñas, que a menudo son sometidas a esclavitud sexual por parte de mandos militares mayores o de alto rango.
Muchos niños se alistan de forma voluntaria para poder comer, integrarse en algún tipo de comunidad tras perder toda referencia social o por deseo de vengar a sus familiares. Otros son reclutados a la fuerza. En la guerra sirven tanto para el combate como para los trabajos del campamento y frecuentemente son enviados a misiones suicidas. Su docilidad y falta de miedo les convierte en soldados ideales, además de prescindibles. La proliferación de eficaces armas ligeras facilita el empleo de niños en el combate. Los niños soldados no suelen ser tratados igual que los adultos. En algunos casos se les hace pasar por ritos de iniciación que van desde la tortura física hasta la obligación de matar a prisioneros indefensos o beber la sangre de los enemigos muertos. En otros, como en Sierra Leona, se les ha obligado incluso a matar a sus propios familiares.
En los últimos años, la ONU ha contabilizado 51 grupos armados en los que han participado o siguen participando niños en uno de los dos bandos o en ambos. Siria, Afganistán o Pakistán son ejemplos de países donde un gran número de niños menores de 15 años participa en los conflictos bélicos. Algunos de los países donde el problema de la desmovilización de los niños soldados ha sido especialmente grave son Liberia, Mozambique y Ruanda. En este último, al terminar el conflicto de 1994, organizaciones como UNICEF se enfrentaron al problema que suponía el rescate, educación y formación profesional de estos niños. Muchos convivieron con las fuerzas exiliadas en Bukavu y Goma, en los campos de refugiados de Zaire. Otros, acabaron enganchándose a las drogas, el alcohol o muestran comportamientos antisociales.
La desmovilización de los niños soldados es una asignatura pendiente en todo el mundo. Necesitan comida, una rápida reintegración familiar, atención psicológica, formación profesional y educación para la paz para poder escapar a la espiral de la guerra.
¿Qué te ha parecido el contenido al que acabas de acceder?
En ORUBA consideramos la independencia editorial como el pilar sobre el que se construye el periodismo veraz e incorruptible. Cada artículo que publicamos tiene como objetivo proporcionarte información precisa y honesta, con la certeza de que tú eres la razón de nuestro proyecto informativo.
Por ello, queremos invitarte a formar parte de nuestro esfuerzo. Cada euro cuenta en nuestra misión de desafiar narrativas sesgadas y defender la integridad periodística. Desde sólo 1 euro, puedes unirte a esta causa.
Tu apoyo respalda nuestra evolución y envía un mensaje claro: La información sincera merece ser protegida y compartida sin obstáculos. ¡Únete a nosotros en esta misión!
Publicidad