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John M. Coetzee y la tentación del fracaso

El escritor sudafricano y Nobel de Literatura, desafía el apartheid y el colonialismo en sus obras. Su estilo directo y distante refleja la lucha por la libertad. Su vida y obra se entrelazan en una narrativa agridulce
10 de enero de 2018
Retrato del premio Nobel de Literatura 2003 John Maxwell Coetzee. Fotografía: Tiziana Fabi.
Retrato del premio Nobel de Literatura 2003 John Maxwell Coetzee. Fotografía: Tiziana Fabi.

John Maxwell Coetzee es un caso de escritor de minorías. Un narrador duro, un novelista incómodo. Coetzee es el cuarto literato africano galardonado con el Premio Nobel; después del nigeriano Wole Soyinka (1986), el egipcio Naguib Mahfuz (1988) y de la también surafricana Nadine Gordimer (1991).

Con una personalidad introvertida, cuasi hermética, a través de sus textos se ha enfrentando siempre al horror del apartheid en Sudáfrica cuestionando los ejemplos históricos del colonialismo. Sus obras, a menudo alegóricas, alcanzan un equilibrio que combina el reclamo de la justicia social con las exigencias técnicas y estéticas. Su estilo directo, descriptivo y distante da paso a una narrativa de gran belleza y honestidad.

Como el propio autor señala: «No soy un heraldo social o algo por el estilo, soy alguien íntimamente ligado al concepto de libertad, como lo está cualquier prisionero encadenado, y construyo representaciones de gente rompiendo sus cadenas y girando el rostro hacia la luz».

John Maxwell Coetzee nació en Ciudad del Cabo en 1940. Se graduó en matemáticas e inglés en la universidad de su ciudad natal y posteriormente se traslada a vivir a Londres, donde comienza a trabajar como programador informático.

En 1974 debutó como autor de ficción con el título “Tierras de penumbra”, consiguiendo en 1980 el reconocimiento mundial tras la publicación del thriller político “Esperando a los bárbaros”. En 1983 obtiene el prestigioso Premio Booker de literatura inglesa por “Vida y época de Michael K”, novela que retrata la vida de un joven que huye de una guerra que no entiende. Coetzee es el único autor que ha ganado este premio en dos ocasiones: la segunda fue en 1999 con “Desgracia”, que nos introduce en la lucha de un profesor desacreditado que defiende su honor y el de su hija tras la caída del régimen de supremacía blanca en Sudáfrica.

La obra de Coetzee está llena de tristeza y desesperanza. La imposibilidad de reconciliación y comprensión florece a lo largo de una narrativa que, en ocasiones, aborda el tema de la imposibilidad del ser. Lo extraño del caso es que una literatura tan descorazonadora resulte al final de tan fácil lectura. Esta forma tan personal de entender la vida ha convertido al autor sudafricano en un escritor emblemático por su posición ante problemas políticos concretos. Ha escrito textos extraños, densos, cercanos a la fábula, crueles por momentos y con una tensión que enfoca las contradicciones de una sociedad marcada por la violencia.

De su pasión adolescente por la fotografía quedaron registrados momentos en blanco y negro que retratan algunas de sus vivencias familiares: su etapa escolar así como la vida cotidiana en la granja de su tío. Para el propio escritor, tan sólo son escenas de una vida provinciana. Muchos años después, el destino quiso que una caja de cartón repleta de estas viejas fotos fuera descubierta en su antiguo apartamento de Sudáfrica para luego ser exhibidas en una exposición organizada por Farzanah Badsha y Hermann Wittenberg en el Museo Irma Stern en Ciudad del Cabo, una muestra que se podrá visitar hasta finales de enero de 2018.

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