
Cualquiera que haya visto un capítulo de “The Big Bang Theory” sabe que el espacio-tiempo es importante. Quien haya visto medio capítulo de “Las Chicas de Oro” conoce que la ingenua Rose también lo sabía porque siempre empezaba sus historias con un “Saint Olaf 19”. Así que empecemos por el principio de los tiempos que decía un sinserie como “Manolito Gafotas” y aclaremos que quien esto escribe nació en 1970, tuvo su primera tele en color en el año 1978 (una Lavis que duró una eternidad), que sólo existían dos canales y que durante su tierna infancia ocupó en su casa el poco remunerado empleo de mando a distancia. Una vez establecido el tiempo, vamos con el espacio: “Xixón… a beautiful city in the north of Spain“, que era más o menos como empezaba todas mis redacciones en ese inglés que tanto se atraganta a los de mi generación. Es necesario aclarar esto porque siempre hay jovenzuelos insolentes que piensan que Netflix existió siempre y se sorprenden cuando les hablas de los cortes de emisión, de aquellos terribles avances informativos que a tu abuela siempre le producían el escalofrío propio de quien sabe va a escuchar una noticia terrible o el inicio de la tele por la mañana.
Yo pertenezco a una generación que disfrutaba de dos horas a la semana de dibujos animados, a una generación que se pasó meses sin saber quién había disparado al malo más malo de la tele (con permiso de Falconetti) que era J.R., pese a que el episodio ya se había emitido en Estados Unidos, una generación que conoció el nacimiento de los culebrones por la mañana, que pasó de llorar con Marco a preguntarse si los ricos también lloran, yo he visto cosas que vosotros, muchachada, jamás creeríais, he visto morir a Chanquete 57 veces, he visto los primeros capítulos de los Simpson, he visto un campo de fútbol ovalado y un remate tardar dos capítulos en llegar a portería, pero todos estos recuerdos no se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia…