En la encrucijada donde confluyen los pensamientos digitales y la ambigüedad de nuestra realidad nos damos cuenta de que pertenecemos ya a un mundo pixelado cuyas imágenes se sobreponen a nuestra cotidianidad, creando una narración en palimpsesto.
Pero más allá de la digitalización de nuestras vidas, también nace la tendencia a digitalizar nuestros sueños, es en este punto donde debemos cuestionar la veracidad de nuestros pensamientos y en qué medida nuestras mentes contribuyen cada día más a construir una hiperrealidad.
En el momento en que abrimos nuestras mentes y comenzamos a archivar nuestros recuerdos en carpetitas, creando versiones en línea de nuestras vidas, estamos aprendiendo a convivir en otro mundo, que se desarrolla paralelo al nuestro, un mundo en el que nos es inevitable interactuar, pues queramos o no ya somos en él y negarnos a formar parte activamente nos llevaría a una forma de exclusión social.
La exclusión de los procesos generados en la sociedad en red supone alejarnos de las dinámicas sociales que están cambiando drásticamente; las antiguas prácticas de comunicación están quedando obsoletas y las nuevas se vuelven excluyentes cuando no contamos con las herramientas y capacidades necesarias para ser partícipes activos de las estructuras.
Las nuevas formas de comunicación creadas para facilitar los canales de información consiguen muchas veces servir de mecanismos de exclusión, la falta de acceso equitativo a la tecnología está ahondando no sólo la brecha digital sino también la brecha de riqueza: los males de la pobreza que ya conocíamos en la realidad se están traspasando a la sociedad digital.
Los problemas que debíamos asumir ante la falta de conocimientos para leer y escribir, generar textos que expresen nuestras opiniones o sencillamente ser capaces de comprender el pensamiento que mueve nuestras sociedades, ahora, los vivimos con el analfabetismo digital; en la falta de opinión y pensamiento crítico que parte de no contar con las capacidades que nos ayuden a desenvolvernos y entender los nuevos procesos de socialización y construcción de comunidad.
La inclusión digital es hoy en día un gran problema en países como Bolivia donde el margen de analfabetismo digital es alarmante, y no estamos hablando sólo del uso de las herramientas digitales básicas, sino de una apatía que raya en la negligencia ciudadana.
Las nuevas maneras de ejercicio ciudadano van desde la circulación de la información hasta la formación de opinión, en los diversos niveles que se generan con el conocimiento hasta la implicación en movimientos de activismo ciudadano. Hablamos del ejercicio de libertades fundamentales que el acceso a una ciudadanía digital nos brinda: como oportunidades y apertura de posibilidades de ejercer nuestros derechos.
Pero también, debemos empezar a cuestionarnos a cerca de cómo se articulan y desarticulan los medios informatizados, cómo las nuevas lógicas de pensamiento nos llevan de la creación de hiperrealidades ficticias hasta los nuevos modos de manipulación. Debemos aprender a defendernos en una hiperrealidad que nos engaña con promesas de ciudadanía ficticias, y a la vez encontrar las maneras de desenvolvernos como ciudadanos pensantes en este nuevo universo del que ya somos parte. Nos toca ahora reclamar nuestros derechos como ciudadanos digitales.
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