Se queja el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena que a consecuencia de su instrucción del proceso sobre la independencia de Cataluña le miran siete veces en cada esquina, lo que para él es un síntoma de acoso. No sé yo, entonces, lo que puede sentir Penélope Cruz, que cada vez que dobla una esquina tiene los ojos de centenares de heteroparentales clavándoselos en su trasero. Pero, en fin, cada uno tiene la sensibilidad que tiene.
Como nuestros magistrados apenas pisan la realidad terráquea y van del trabajo a casa y viceversa, con alguna parada esporádica en cualquier prelatura del Opus Dei, tienden a confundir los hechos consuetudinarios que transcurren en la calle y a lo mejor el juez Llarena desconoce que en las esquinas es donde suelen aposentar sus reales las mujeres que viven del oficio más antiguo del mundo, aunque en los últimos tiempos la antigüedad de esta profesión está en entredicho. A ver si resulta que los ojos que acechan al magistrado son los de algunas chicas de moral distraída que quieren trato carnal con él, y estamos haciendo una montaña de un grano de arena.
En cambio, me malicio que el lamento de nuestro magistrado más popular en estos momentos tiene que ver con una cortina de humo para tapar la chapucera orden de extradición que envió a Bélgica para la vuelta inmediata de tres exconsellers de la Generalitat y que la Justicia belga le devolvió por un defecto de forma. ¡Coño!, tanta publicidad para una euroorden patriótica y resulta que le sale un gatillazo jurídico de aquí te menees.
Un espectador neutral que desconozca el estado de la cuestión en España pensará que si el Tribunal Supremo comete pifias de tal calibre, qué no harán los juzgados de inferior instrucción que le saquen la vergüenza a los españolitos de a pie. A ver si resulta que la oposición de Pablo Llarena a juez la realizó en el mismo centro que le prepararon el máster a Cristina Cifuentes.
Un diario de extrema derecha tituló en portada, al día siguiente de la negativa a extraditar a los tres reos, que Bélgica estaba humillando a España por rechazar la petición judicial y el Tribunal Supremo español tachaba de poco colaborativos con la Magistratura a los togados que acordaron mantenerlos libres en territorio belga. Hombre, yo creo de verdad que quien humilla a España no es Bélica sino las chapuzas de nuestros jueces que por las prisas por empurar a los disidentes catalanes y dar la vuelta al ruedo con sus esposas y extradición cometen imprudencias tales como desconocer las formalidades de la Justicia que, para quien no lo sepa (cualquier aprendiz de Derecho sabe que las formas son sustanciales en este ámbito) es un elemento clave para el garantismo del Poder Judicial.
Es verdad que las esquinas tienen mucho peligro. Puedes encontrarte con un acreedor del que llevas huyendo una temporada o con una sucursal de La Manada con deseos lascivos y decididos a violar en grupo si el juicio se celebra en la Audiencia de Navarra. Pero lo importante de doblar las esquinas es hacerlo con precaución y no fijarte demasiado en quiénes te miran o te dejan de mirar. A ver si va uno a terminar en un descampado con los calzoncillos por la rodilla tras el correspondiente trato carnal con la esquinera. Ya somos mayorinos, que decía el responsable de sala del 112.
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