La ciudad que nunca duerme

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Vista general de Nueva York desde la Estatua de la Libertad. Fotografía de archivo.
Vista general de Nueva York desde la Estatua de la Libertad. Fotografía de archivo.

Distinta, contradictoria, resultado de la suma de pequeños mundos uno al lado del otro. Nueva York, considerada por muchos la capital planetaria, es una ciudad que difícilmente puede conocerse durante un viaje de días.

La isla de Manhattan tiene 21.5 kilómetros de largo por 3.7 de ancho. En ella se concentra la mayor parte de las atracciones turísticas de la ciudad. Multitud de barrios “temáticos” se diferencian en este distrito, desde los más conocidos como el Soho, Central Park, Chinatown o Little Italy hasta el modernismo de Tribeca, las oficinas de Lower Midtown o los rascacielos de Chelsea. Si estás en Nueva York en las fiestas de San Antonio de Padua o San Gennaro, no dejes de ir a Little Italy.

La vida cultural de la urbe, intensa y cosmopolita, se desarrolla según las estaciones, y si en la primavera toma los parques y las playas con arte, gastronomía y el desfile del Día de San Patricio, en el verano explosiona y se hace universal. La música y el teatro salen a la calle. El Festival de Shakespeare o la actividad multidisciplinar del parque Bryant son ejemplos de lo que el estío neoyorquino ofrece al viajero. El otoño y el invierno se reservan para las competiciones deportivas y algunas celebraciones de menos importancia hasta la llegada de la Navidad, donde el espectáculo norteamericano adquiere su esplendor.

Nueva York es también la capital mundial del comercio y el consumismo. A lo largo del Soho se sitúan tiendas de moda, librerías, galerías y la mejor artesanía. Las grandes cadenas de ropa se convierten en magnéticos espacios en rebajas permanentes en el Lower East Side, mientras que en Canal Street brotan falsificaciones de las mejores marcas de moda, música, electrónica… La conocida firma italiana Diesel abrió una tienda de falsificaciones de su propia ropa en la célebre “calle de las copias”.

Además, el East Village cuenta con el mejor mercado de segunda mano, Greenwich Village con el mejor jazz en directo y Ludlow Street con los bares en boga y lo mejor de los diseñadores marginales. Al norte del Soho, el barrio bohemio por excelencia, apareció durante los años noventa del siglo XX el llamado Silicon Alley, con el que la gran capital pretendía prolongar su hegemonía a través de la época multimedia y digital.

La gestión que durante varios años realizó el alcalde Rudolph Giuliani transformó de manera significativa la ciudad. Este cambio se tradujo en un acercamiento a la idiosincrasia estadounidense en detrimento de la filosofía universal que siempre la caracterizó. La instalación, incentivada por ventajas fiscales, de las grandes marcas de minoristas en lugares tan carismáticos como el antiguo Museo Guggenheim o la mítica Times Square, propició un brusco giro hacia el consumo masivo, el entretenimiento y el turismo. Tan sólo Brooklyn resistió la sacudida. Por ello, se produjo una considerable migración hacia sus calles más tranquilas y sus alquileres más baratos, lo que dio la oportunidad a este distrito de salir de la sombra. Los mayores atractivos turísticos de esta zona son el puente de Brooklyn, el parque de atracciones de Coney Island y el excelente Museo Brooklyn.

Pese a todo, Nueva York ha seguido engullendo ciudades, incorporándolas a sus calles trazadas en una cuadrícula sin centro. Allí viven en la actualidad veinte millones de personas, que se preparan cada día para continuar en la vanguardia del mundo.

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