Ser mujer en el integrismo islámico

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En la imagen, la joven Bibi Aisha Mohammadzai mutilada por los talibanes. Fotografía: Eros Hoagland.
En la imagen, la joven Bibi Aisha Mohammadzai mutilada por los talibanes. Fotografía: Eros Hoagland.

La situación actual las relega a vivir ocultas, sin ningún derecho. La prohibición de trabajar, recibir una educación y la obligación de ir acompañadas por un varón de la familia las condena a la mendicidad o a una muerte lenta en sus casas. El riesgo de morir de forma violenta no deriva sólo del incumplimiento de estas reglas dictadas por la sinrazón, ya que un importante número de mujeres son raptadas, violadas, mutiladas y asesinadas. Muchas, hundidas en el desánimo, se dejan morir en las calles, en sus hogares o se suicidan. De hecho, el índice de suicidios aumenta cada día de una forma alarmante.

Frente a este horror, podemos encontrar ejemplos de valentía y perseverancia como la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA), fundada en Kabul por Meena Keshwar Kamal en tiempo de preguerra, cuando muchas mujeres imaginaban un futuro lleno de promesas de libertad. Hoy, esta fundación proporciona auxilio a viudas, mantiene una extensa red de escuelas clandestinas y orfanatos para niñas, desarrolla programas de asistencia familiar, además de continuar su labor de firme oposición y denuncia. La mayor parte de las ONG y sus trabajadores sociales cumplen un papel circunstancial; cuando abandonan el escenario de acción se llevan consigo los recursos necesarios para ayudar a estas mujeres a combatir los perturbadores niveles de repudio en los que están sumidas.

Según la Sharía, la ley de Mahoma recogida en el Corán, la mujer no es igual al hombre; representa la imagen del alma, mucho más irracional, frágil y proclive a la fantasía. Su cuerpo es visto como una fuente de tentaciones que se logra evitar mediante el aislamiento y un control estricto.

El islamismo radical defiende la no intromisión de Occidente, ya que se trata de una cuestión cultural. Pero la realidad evidencia que no se trata ni de tradición ni de cultura, hablamos de alienación y de una situación extrema incluso en aquellos países donde el fundamentalismo no es un dogma. Los derechos de la mujer no son un asunto irrelevante, y es totalmente inaceptable que ésta sea tratada como un objeto en propiedad. La igualdad y la dignidad son derechos esenciales inherentes a cualquier ser viviente.

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