
Sostiene Jeff Bezos, el nuevo “te alabamos, óyenos”, de este mundo nuestro tan dado a idolatrar a los falsos profetas que el futuro está en la Luna. Que es a nuestro satélite, al lugar donde habitan los selenitas, donde debemos fijar nuestra mirada empresarial.
Los y las poetas, tan vintage, llevan siglos contemplándola y no sacaron nada en claro, pero eso les pasa por decantarse por las humanidades.
Sostiene Jeff Bezos, que aparte de cambiar el mundo en 24 horas con Amazon —también es el propietario de la compañía aeroespacial Blue Origin— que nuestro planeta azul no es un muy buen lugar para la industria pesada y pone sus ojos en la Luna para posicionar después allí no sólo la industria pesada, sino también a terrestres dispuestos a colonizarla.
Sostiene Jeff Bezos, que es nuestro nuevo Julio Verne, que esto no va a suceder dentro de cientos de años, sino en las próximas décadas. Y a lo peor tiene razón, o a lo mejor, no, pero por si acaso, de lo que estoy completamente seguro es de que ya está pensando en cómo hacer que los envíos Tierra-Luna se hagan en un día y con los gastos gratuitos, no vaya a ser que a los colonos del satélite se les ocurra la osadía de poner una floristería, una librería o una pequeña ferretería.