Decía el médico anestesista Luis Montes que en el proceso final de la vida te mueres mal o te mueres bien dependiendo de la sensibilidad del médico que te toque.
Luis Montes, fallecido a los 69 años por un infarto de miocardio el pasado 19 de abril, fue uno de los grandes defensores de la legalización de la eutanasia en España. Acusado por el Partido Popular de aplicar la muerte asistida a cuatrocientos enfermos del Hospital Severo Ochoa —del que por entonces era coordinador de Urgencias—, finalmente fue absuelto después de que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid archivara el caso. Montes fue además presidente de la Asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD), fundada en 1984.
A la pregunta sobre cómo sería una muerte ideal para él mismo o para uno de sus seres queridos, respondía sin dudar que ante todo debería ser inevitable, luego que fuera un proceso lo más breve posible, dormido y acompañado por quien él deseara.
Para Luis Montes el alegato del gallego Ramón Sampedro Cameán abrió definitivamente el debate sobre la muerte digna en España.
Ramón Sampedro, marino mercante y escritor, quedó tetrapléjico a los veinticinco años tras caer de cabeza al mar cerca de una playa de su aldea, en Porto do Son, A Coruña. Con la marea baja, se rompió la columna a la altura de la séptima vértebra cervical. El 12 de enero de 1998, después de treinta años sufriendo postrado en una cama y sosteniendo una lucha insistente ante los tribunales españoles por su derecho a morir dignamente, puso fin a su vida con una dosis mortal de cianuro potásico. Pasada una semana y media se produjo la detención de su amiga Ramona Maneiro, acusada de cooperación al suicidio, pero por falta de pruebas fue puesta en libertad.
Por eutanasia se entiende la ayuda prestada a una persona gravemente enferma, por su deseo o por lo menos en atención a su presunta voluntad, para posibilitarle una muerte humanamente digna en correspondencia con sus propias convicciones. La eutanasia está asociada al final de la vida sin sufrimiento.
«El derecho de nacer parte de una verdad: el deseo de placer. El derecho de morir parte de otra verdad: el deseo de no sufrir. Ninguna libertad puede estar construida sobre una tiranía. Ninguna justicia, sobre una injusticia o dolor. Ningún bien positivo, sobre un sufrimiento injusto.» (Ramón Sampedro)
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