Mientras el actor madrileño Willy Toledo es detenido por cagarse en mitologías, la tropa clerical se lo pasa de puta madre con sus demenciales, pavorosas y atroces colgaderas, que, se encumbren lo que se encumbren, en absoluto tienen el menor perdón de ningún improbable dios.
Los casos descubiertos de violaciones de niños por parte de estos degenerados depredadores sexuales van tan en aumento que pronto serán generalizados y sólo aisladas las escasas célibes excepciones.
En mi remota infancia cantábamos en misa, camino de la comunión: “Vamos niños al Sagrario, que Jesús llorando está”. Seguro que ahora aquel divino berrinche es inconsolable, desesperanzado e incesante. Máxime cuando las ruedas de molino aguardan inútilmente su recomendada utilidad alternativa para estos infames casos.
Mientras un informe revela que al menos 547 niños sufrieron abusos en el coro dirigido por el hermano de Benedicto XVI, y el Papa Francisco convoca una cumbre contra la pederastia para el mes de febrero de 2019, aquí seguimos: blasfemia arriba, IBI abajo, con una teocracia, poco más o menos, como el Daesh.
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