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España, un país con ADN franquista

17 de septiembre de 2018
El delantero del Barça Messi en acción contra el Girona en un partido de LaLiga. Fotografía: Lluis Gene.
El delantero del Barça Messi en acción contra el Girona en un partido de LaLiga. Fotografía: Lluis Gene.

Llego a casa. Pongo la tele. Hablan de fútbol. Pero no. Desde Madrid, en todos los medios, se habla siempre de la politización del deporte por parte de la causa independentista. Parece ser que han decidido, los que mandan, jugar un derbi catalán en Miami: Girona vs Barça. ¿Quién se acuerda de los seguidores más allá de hacer caja?

Me parto el culo. Dicen en la tele que tienen miedo de que sea un altavoz del independentismo. Que se corre riesgo de politizar el partido y utilizar este para reivindicaciones políticas.

Para empezar, cada uno es libre de hacer lo que quiera en un evento público, léase: sacar un lazo amarillo, un trapo rojigualda, silbar un himno, dar la espalda cuando este suene, silbar a un jugador o a un rey.

Lo curioso es que, como siempre, sólo un bando puede aprovechar el deporte para hacer política y para reivindicar: el bando que ganó hace 80 años, que manda aún hoy en las instituciones y en los medios y que se alarma por sacar al dictador de un mausoleo construido sobre la muerte de 30.000 republicanos.

Cuando los indepes reivindican algo —hasta ahora siempre de manera pacífica y democrática— son horribles, lo peor, el enemigo (a falta ya de comunistas y etarras), pero resulta que cuando es la Federación de Fútbol la que utiliza un derbi catalán para regalar 40.000 banderas de España, poner el himno de España y el de, ojo, Estados Unidos, pero no el de Cataluña (que sería lo propio), y prohíbe las reivindicaciones independentistas, eso no es politizar el deporte.

Me da la puta risa. Por cierto, en este mismo espectáculo televisivo que llaman noticias, ponen imágenes de nazis pegándose en la grada, pero hablan de violentos en plural, como siempre, metiendo en el mismo saco a fascistas y antifascistas. A los nazis, esos que mataron más en España en los últimos diez años de existencia de ETA que la propia ETA —alguno no se habría ni enterado de esto—, les ríen las gracias desde hace mucho tiempo, consintiendo y tolerando. Cuando queramos darnos cuenta será demasiado tarde. Mientras veamos a los pacíficos —sí, asquerosamente pacíficos— indepes como los malos de la película y las hordas fascistas del PP y C’s que andan barriendo España a base de ostias y quitalazos como los buenos y salvapatrias, mal nos irá. ¿O no recordáis lo que pasó hace 80 años?

La historia está para aprender de ella y no repetir errores. Pero es España, un país con ADN franquista, con una monarquía antidemocrática y unos partidos e instituciones con pánico al progreso y el cambio.

Mal asunto. País de puta mierda. ¡Qué a gusto me he quedado!

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