Cualquiera que oiga o que lea las opiniones de los patronos y especuladores de la empresa pequeña, mediana y mediopensionista de este país debe de estar pensando que en España y con el Gobierno de Pedro Sánchez se ha alcanzado la meta de la revolución económica y que se han nacionalizado las empresas estratégicas, se han subido los impuestos a niveles nórdicos y los precarios y parados cobran un salario mínimo interprofesional que supera los 1.500 euros. Nada de eso. Ni se ha decretado la renta social básica. Pues, desgraciadamente, no. Y ni siquiera ha derogado todavía la reforma laboral.
La bronca que la cúpula del Instituto de la Empresa Familiar ha dedicado al presidente del Gobierno, al que había invitado a asistir a sus actos, no sólo es un ejemplo palmario de mala educación (la derecha siempre ha sido mal encarada en la mayor parte de las ocasiones y se vuelve arriba cuando está delante de militares y empresarios), sino también de la frustración que arrastran por no poder seguir marcando paquete en España. Y eso que la mayor parte de las medidas económicas aprobadas hasta la fecha no son más que paliativos para que no se note demasiado en exceso la sangría de los más desfavorecidos.
Por supuesto, los medios informativos de la caverna han aplaudido con las orejas, porque viven irremediablemente en el conflicto, como los yonquis de los años ochenta que no tenían perras para un pico; pero los ciudadanos con dos dedos de frente, que también los hay, incluso en las filas conservadoras, han puesto en alerta al resto de españoles, porque si a Pedro Sánchez (o a cualquier dirigente del país) lo invitas a tu casa para cagarte en su madre, es más que probable que no vuelva y que tus intereses los defienda tan sólo el comisario Villarejo.
Yo no sé si han asumido del todo nuestros próceres del arco derechista que ahora ya no gobierna Mariano Rajoy en España, pero es bueno que lo empiecen a entender sin traumas como lo hicimos todos al descubrir que los Reyes Magos eran los padres. En Europa a la que tanto apelan para defender sus argumentos, la alternancia en el gobierno es una cosa a la que ya están acostumbrados. Aquí, en nuestro país, parece que el derecho divino a que manden los conservadores no forma parte de los Diez Mandamientos y esa carencia puede generar demasiadas tensiones y algún que otro infarto. Por eso cada vez que el Partido Popular pierde el Ejecutivo (que no el poder) se generan rayos, truenos y centellas en el sancta sanctorum de los ricos.
Que se sepa, sin embargo, que seguimos en la misma economía de mercado que da beneficios a los ricos y miseria a los pobres. Que nadie ha suspendido la bolsa ni la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Que todavía siguen campando por sus fueros los especuladores y que los impuestos sólo los pagan los pobres de solemnidad y los que tienen una nómina. No veo yo, entonces, las razones para una bronca de aúpa en la casa de los que manejan los dineros ni para insultar a quien dirige las instituciones del país. Que les falte educación no supone que falten a uno al respeto.
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