Tengo muy claro que cuando llegue el día en el que nos pase la consumista fiebre de las mascotas nos daremos cuenta de cuánta naturaleza salvaje, de cuánta vida silvestre y de cuánto paraíso hemos dejado perderse, acaso irremisiblemente, por pura estupidez.
Estamos llegando al apocalíptico punto de no retorno para salvar el planeta y aun así seguimos más irresponsables que nunca. Y mientras, los Estados Unidos arden, padeciendo en sus propias carnes el altísimo precio a pagar por ser uno de los países más contaminantes y agresivos con la Madre Tierra.
A modo de ejemplo: una investigación señala que los proveedores de aceite de palma de la multinacional procesadora de alimentos Mondelēz International Inc. han destruido en dos años casi 25.000 hectáreas de hábitat del orangután. En total, veintidós proveedores del conglomerado con sede en Illinois han acabado con 70.000 hectáreas de selva virgen.
No, no hace falta incendiarles la fábrica a los de Oreo, basta con dejar de consumir sus productos basura; por el bien propio y por la supervivencia de uno de nuestros parientes más cercanos, conmovedores e irrepetibles. ¡No seamos bestias!
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