
Se consumó lo que para algunos era inevitable y para otros imposible: que los socialistas andaluces dejaran de gobernar la comunidad autónoma en la que llevaban desde el inicio de la nueva etapa territorial de España. Aunque haya ganado las elecciones, un pacto entre perdedores, que diría Mariano Rajoy, ha llevado a la presidenta de la Junta a abandonar el Palacio de San Telmo y dedicarse a otra cosa, mariposa.
Susana Díaz había adelantado las elecciones con el doble propósito de consolidarse en el poder de los barones y servir de alternativa al equipo de su secretario general, Pedro Sánchez, al que está enfrentada desde que lo traicionara aquel 1 de octubre de hace tres años en la sede de Ferraz.
Pero Susana Díaz es corta de mente y desconoce algunas cosas. Por ejemplo, que Andalucía ya no es lo que era cuando vestía uniforme de colegiala y su partido era el Régimen, así con mayúsculas, de Despeñaperros para abajo. Y también olvida que el Partido Socialista ya no es la organización que era y ha virado a la izquierda para disgusto de sus exquisitos cadáveres políticos. Si ni siquiera el propio Felipe González tiene asegurado ganar unas primarias en el actual socialismo español, como para que la estupidez de la todavía presidenta de la Junta de Andalucía juegue a utilizar los sentimientos de sus correligionarios.
Da la impresión de que la candidata derrotada no ha aprendido la lección y vocifera por la aplicación del artículo 155 en Cataluña, como si el tema de la autodeterminación fuera el que la llevara a dejar el cargo y no su torpeza continuada y su soberbia al descabalgar del Gobierno a dos socios tan dispares como Izquierda Unida o Ciudadanos. Todavía no se ha enterado que reclamar el artículo que suspende la autonomía de otra comunidad es tan estúpido como decir que los niños catalanes de ocho años son más listos que los andaluces. Apelar a la catalanofobia del españolismo más analfabeto no sólo no da réditos políticos sino que genera cierto desprecio entre el personal.
En Andalucía han salido reforzados el Partido Popular y Vox, porque Ciudadanos no ha logrado el sorpaso que pretendía su candidato y se ha convertido en el monaguillo de los señoritos de Sevilla. Ahora será un segundón durante mucho más tiempo del que pensaba.
El otro vencedor en los comicios andaluces ha sido Pedro Sánchez. Se ha quitado de en medio a una competidora de escasa inteligencia (ni siquiera es lista) que ha huido motu proprio. Ya se sabe: al enemigo que huye puente de plata. Y además logra que los disparates que han pactado las tres fuerzas de la derecha penibética vayan a servir de cortafuegos para las próximas elecciones legislativas que, visto lo visto, serán aún más tarde de lo que Pablo Casado y Albert Rivera quieren. PP y Ciudadanos, con el apoyo de Vox (sin él la aritmética lo hace imposible) han ganado en Andalucía aun perdiendo, consumándose así la estupidez de una Susana Díaz que tiene peor porvenir que el de un espía sordo.