Me da repulsión mi país, tierra del depravado bar de la España de Francisco Laína, Luis Solana, Alfonso Calvé, Francisco Camps, Carlos Fabra y compañía. «Dejad que los niños se acerquen a mí», dijo Jesús. Pero este no es el caso: ¡corred chiquillos, corred! porque hay hombres y mujeres de poder y fe cristiana que acechan como alimañas en la sombra.
En el mejor de los casos, para los políticos y los medios de comunicación de masas, un niño es una pieza más del artefacto de la posverdad; en definitiva, mercadotecnia emotiva, escopolamina para una ciudadanía amnésica sin ningún interés por conocer qué hay detrás de la cortina de humo.
Hoy, la desgracia cotiza, y la gente importante lo sabe. Como proclamaba Edmond Thiaudière: “La política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular.”
Cuando el pasado 13 de enero el niño de dos años Julen Roselló se precipitó en un pozo ilegal del municipio malagueño de Totalán, la bolsa de valores del patio ibérico abría en positivo, pendiente de un desenlace. Quienes supieron leer entre líneas vieron la rentabilidad de operar al alza, se trataba de una inversión a medio plazo muy provechosa y que suponía un balón de oxígeno en la crítica situación que vivimos: el paro, los políticos y la corrupción, el fraude fiscal, la sanidad, los problemas de índole social, las pensiones… y en el epicentro, tres fuertes sacudidas: el independentismo catalán, el desapego de la plebe hacia la monarquía y la irrupción del partido ultraderechista Vox en Andalucía.
El tiempo promedio de supervivencia de una persona sin beber agua es de entre tres y cinco días. Pero el aparato del Estado necesitaba guión para un largometraje con presupuesto ilimitado que desafiara la resistencia del ser humano. Y al final, después de trece días de frenopático, el cuerpo sin vida del pequeño fue hallado a 71 metros de profundidad, en lo que fue “la mayor operación de rescate desarrollada en España”, la cual guardaba cierta similitud con la trama de la película de Barry Levinson de 1997 “Wag the Dog”.
Según datos de la ONG Save the Children, cada día mueren en el mundo 18.000 niños menores de cinco años. Para estas criaturas sin nombre no hay colosales despliegues humanitarios patrios, ni una conciencia política que actúe con presteza. Y es que, para los profesionales de la poltrona de ésta nuestra España de sombrilla y pandereta, estas tragedias no dan votos. Los estadistas españoles necesitan sangre derramada sobre la “piel de toro” y dolor de cercanía, y si el infortunio acontece en el momento adecuado, moverán montañas. Pero ni Yéremi, ni Mari Luz, ni Marta, ni Ruth y José, ni Asunta, ni “el Pescaíto” tuvieron esa suerte: nadie movió 85.000 metros cúbicos de tierra y rocas por ellos; el aparato del Estado no activó al unísono diez administraciones distintas por ellos; decenas de empresarios no ofrecieron su ayuda a discreción por ellos; tampoco 19 máquinas trabajaron durante las 24 horas de cada día por ellos; ni siquiera 3 míseros helicópteros sobrevolaron los nubarrones de la desesperación de sus familias.
“Toda España se suma a la tristeza infinita de la familia de Julen”, tuiteaba el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez: un golpe directo a la mandíbula de Quim Torra y embestida —caída del cielo— a las hordas del separatismo.
La monarquía española —cuesta abajo y sin frenos— se encontró con un regalo servido en bandeja de plata: la Casa Real manifestaba su dolor más profundo y su pésame más sentido a toda la familia del pequeño, y ya de paso, mostraba su reconocimiento a todas y cada una de las personas que, sin descanso, demostraron su solidaridad sin límites. Y para rematar, un grupo de iluminados cortesanos propone desde la plataforma Change.org que a la Brigada de Salvamento Minero que participó en el rescate se le conceda el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2019. ¡Canasta de 3 puntos! ¡Viva el Rey, viva el Rey, vivaaa!
¿Y de Vox qué decir? Pues que, durante casi dos semanas, el nacido fervor andaluz por el escudo del Águila de San Juan se difuminó, pasando a un plano supraterrenal para los medios de comunicación. Y si no hablan de ti no existes, o eso dicen. Pueril intento de tapar el sol con un dedo. Los lobos disfrazados con piel de cordero están ahí, y dadas las circunstancias, el populismo sigue sumando simpatizantes para su causa. España, ¡una, grande y libre!
En conclusión, el sensacionalismo en la comunicación ha creado una densa niebla que impide a la ciudadanía discernir lo verdadero de lo falso, las noticias reales y las fabricadas con el fin de manipular nuestro corazón: márquetin anímico pergeñado por embaucadores. Están jugando con nosotros, ¡y tú lo sabes!
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