
Rothschild, Rockefeller, JP Morgan, DuPont y Bush: cinco familias de maestros constructores en un orbe de turba; más de siete mil millones de seres humanos, locatarios todos en una sociedad enterrada. El rito de capitalismo desnaturaliza el equilibrio orgánico, y mientras las emisiones de CO2 aumentan y las Naciones Unidas de David Rockefeller escenifican cada año sus buenas intenciones en la Convención Marco sobre el Cambio Climático, el Nuevo Orden Mundial —apóstata de la equidad— continúa socavando el espacio inherente al pueblo llano. La sobreexplotación irracional del capital natural nos aboca a un colapso planetario; el estrambótico capricho de quien todo lo tiene. «La avaricia es un pozo sin fondo que agota a la persona en un esfuerzo eterno por satisfacer la necesidad sin ni siquiera alcanzar satisfacción», advertía Erich Fromm.
“La propia palabra secreto es repugnante en una sociedad libre y abierta; y nos hemos opuesto intrínseca e históricamente a las sociedades secretas, a juramentos secretos y a procedimientos secretos. Porque nos enfrenta en todo el mundo una conspiración monolítica y despiadada que se basa principalmente en medios encubiertos para expandir su esfera de influencia basada en infiltración en lugar de invasión, en subversión, en lugar de elecciones, en intimidación en lugar de libre elección”, extracto del último discurso de John Fitzgerald Kennedy antes de ser asesinado.
La suerte está echada. La verdad es infectamente sepultada por la Orden 322. ¡Europa ha muerto! Las cenizas del viejo mundo se desparraman por el tablero del juego geopolítico, donde China y Rusia desafían la posición aventajada de los Estados Unidos de Trump. Pero en ocasiones, el sistema genera radicales libres como primera barrera de protección contra los gérmenes. Y Palestina sigue resistiendo y se defiende del embate sionista. ¿Hasta cuándo?
Nosotros, vosotros y ellos. Ellos, rostros con gesto secreto; vosotros, corruptos estadistas títeres del Poder; y nosotros… espíritus aletargados con querencia a la subordinación numeraria. Y como la historia no es nueva, los mercaderes de la información reconceptualizan cada día el relato universal bajo el palio de la posverdad, apuntalando los principios canónicos del sujeto pasivo, tan estudiados por el Instituto Tavistock.
Aun así, es posible efectuar alguna maniobra de evasión: porque finalmente, Dios sí juega a los dados. El experimento de Delft determinó que la famosa frase de Albert Einstein era errónea, refutando el realismo local formulado por el físico alemán de origen judío. Los grupos de investigación de los profesores Morgan W. Mitchell y Valerio Pruneri lograron establecer las bases de la multiplicidad direccional. No es necesario vagar por el camino de la realidad negociada, jamás podremos llegar al vértice de la pirámide, pero sí sacudir su base, cuestionar el porqué de nuestro ser, teorizar sobre la libertad cercenada por la élite. ¿Conseguirá la Trilateral prolongar la entropía de la Humanidad en pro de los poderes fácticos?
“En este mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende”, escribió Calderón de la Barca. “Y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.
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