Esquilmar los pocos bienes que durante toda una vida abnegada, de sacrificio y grano a grano, lograron reunir honestamente unos humildes padres para intentar que su prole saliera adelante algo menos esclavizada, y, en cambio, favorecer la impunidad fiscal de inmensas fortunas (la mayoría de más que dudosa procedencia) o aplicar dicha prerrogativa, igual de injusta y vergonzosamente, a una peor que retrógrada institución clerical, caracterizada por la manipulación social mediante un enquistado, despótico e inquisitorial oscurantismo, que no sólo se sostiene perpetuando los neolíticos credos involucionistas, machistas, clasistas, homófobos… sino también despiadados negocios multinacionales, mediante sangrientas geopolíticas nazicapitalistas (Evo, Allende y otros presidentes legitimados por las urnas son sólo un ejemplo) se me antoja, cuando menos, de extrema miseria ética. Máxime si quien ejecuta estas prácticas es un partido que se autodenomina de izquierdas, y que no hace sino corroborar, una vez más, la deriva tomada de clase media arribista, autoerigida en privilegiada casta, que llega tan lejos como el dinero de esos trabajadores le permite, amén de su vasalla complicidad que consiente a la caterva real, tan pícara y prepotente como ellos, vivir del más puro cuento… ¡heredado!

Y, digo yo que, si heredan una “sangre azul” que perpetúa sus anacrónicas prebendas, ¿no deberían, en justicia, derramar parte de ella también como impuesto de sucesiones?

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