
Despierto temprano, antes de amanecer. Al lado de una ventana que da al Mar Menor leo en la prensa digital las noticias en sus escalas: internacional, nacional, regional y local. Conflictos, problemas, incertidumbres, luchas por el poder en todas partes, política en un nivel muy bajo, desgracias… pero también logros, méritos y esperanzas, tan necesarias.
Con la ventana abierta me llegan los graznidos de las gaviotas junto a las barcas, desde las que se aplican los pescadores, con sus propias luces, para dejar las redes que después quedan como costuras en el agua.
Doce horas después finaliza el día con una puesta de sol que imita a una postal, y como contraste con las noticias leídas de madrugada, dos chicas adolescentes bailan en la playa con la música de su móvil, bailan en la arena, solas, desinhibidas, y sin dejar de bailar se adentran en el agua (no las fotografío para respetar su espontaneidad). Lo observo como un regalo, como una esperanza de lo que empieza en lo que acaba.