No anduvo muy fino el rey de España cuando declaró que los toros cohesionan a la sociedad de nuestro país, quizá desconociendo que la cohesión es aquello que une y no lo que separa y sin saber que gran parte de nuestros compatriotas son desafectos a la tauromaquia, muy posiblemente más que los partidarios. Parece mentira para él que dicen que está tan preparado.
En su día se dijo del actual monarca que era el menos Borbón de los hermanos y que su indiferencia hacia la mal llamada fiesta nacional era producto de su parecido intelectual con la reina Sofía. Incluso se llegó a indicar que era un destacado medioambientalista y los preceptores reales le enviaron de copresentador a un programa ecológico que en su día hizo RTVE.
Sin embargo, ya veis lo que son las cosas, la inhibición antitaurina le duró lo que tarda en llegar la coronación como rey y ahora, que se ha hecho mucho más conservador, se descuelga con unas declaraciones taurómacas que, además de inciertas, provocan el enfado de los sectores animalistas de este país.
Afortunadamente, las corridas de toros están languideciendo de manera diáfana y son muchos los españoles, especialmente los jóvenes, que le dan la espalda al “arte de Cúchares”, que sobrevive en muchos sitios merced a las subvenciones municipales y autonómicas. El rechazo al maltrato animal es una de las causas de esta fiebre antitaurina, que siempre existió a lo largo de la historia, pero no de manera tan palpable como ahora.
En muchas regiones, los toros son una reliquia del pasado. En Cataluña, ya no hay corridas; en Canarias hace tiempo que no ven morlacos en las plazas, y en Baleares se ha dictado una ley para prohibir que se maten, como mandan los cánones de los aficionados a los cuernos.
Como la afición por los toros es directamente proporcional a los amores por la intolerancia y las recetas de la derecha política, en su día el Gobierno del PP recurrió al Tribunal Constitucional la norma balear, y los mandamases de las togas, por aquello de que todos llevamos un inquisidor dentro, lo tildó de inconstitucional, lo que a la larga hizo más daño a los taurinos que beneficio, porque el lanceo y muerte de estos rumiantes apenas se programa en las Islas.
Los toros acabarán por inanición, porque las prácticas prohibitivas despiertan a los espíritus más toreros y son contraproducentes y el repudio de las nuevas generaciones hace que las corridas se celebren cada vez menos. Es, por tanto, una salida de tono real decir que este espectáculo cohesiona a la sociedad española. Sería como aseverar que los atentados de ETA cohesionan a los ciudadanos del País Vasco.
Es probable que muchos personajes del colorín festejen por todo lo alto las palabras del rey Felipe, pero si hacemos un referéndum entre los españoles es mucho más probable que triunfen los críticos con estas manifestaciones que los que están a favor. El tiempo corre en contra de estos últimos.
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