
Se dice que la primera víctima de las guerras es la verdad. En estos tiempos de pandemia, que muchos afrontan con espíritu bélico, la verdad es también objeto de atentados continuos, por parte de quienes lanzan bulos sobre la enfermedad y su gestión para desacreditar a quienes están al mando de los comandos contra la enfermedad. No se sabe de dónde vienen, porque la mayoría están firmados como anónimos, pero su origen es claro: la derecha que no perdona que la izquierda gobierne y haya ganado las elecciones y que dirigen sus fake news contra el corazón de los ciudadanos y no informan, si no que infectan de rabia el aire que respiramos.
Desde los perdedores de las urnas se insiste en que la única verdad es la suya, que está podrida de mentiras y todo aquello que suene a rigor y a ciencia les golpea como si fuera un balazo en sus entrañas, que combaten con religión y recuerdos de un tiempo que ya no está, afortunadamente, con nosotros, muy a su pesar.
Por eso desde los “intoxicadores” de prensa, radio, televisión y redes sociales que asumen ser los recaderos de la ultraderecha se pone en cuestión la veracidad de la radio televisión pública, RTVE, y se exige que se destituya a su máxima responsable, porque no hace rular sus mentiras contagiosas.
Tiene bemoles la cosa, porque en alguna ocasión yo mismo intuí que la tele pública se inclinaba hacia la derecha, pero eso debe ser cosa de los distintos raseros con los que se mide la información. RTVE cumple con su función de servicio público las 24 horas del día y tiene la obligación de recoger las ruedas de prensa de Pedro Sánchez y sus ministros, las incomodidades y despistes de Pablo Casado y las balandronadas de Santiago Abascal con sus odios miserables a los socios de gobierno a quienes salpican una y otra vez con sus babas repugnantes.
Acusar hoy a la tele pública de parcialidad, los mismos que hacen la ola a los mítines de Unidad Editorial o a los delirios de ABC y las estupideces de Libertad Digital o de las bravuconadas de lo que antes era Intereconomía y ahora le dan el psicópata nombre de El Toro, no deja de ser un ejercicio de frustraciones reiteradas y de impotencias sexuales y sociales. Quieren tener una verdad dogmática y por eso reniegan de la tele pública como hace un año exigían el cierre de TV3 para poder colocar sus sueños de miseria.
Creo que no es el momento de cerrar ninguna emisora (incluso la radio de Federico Jiménez Losantos es una basura que dignifica la libertad de expresión), sino de dotar de contenido a nuestra RTVE en toda su magnitud. Es decir, nombrar un consejo de administración plural y proporcional (si el PP, que siempre se opuso y la ultraderecha que sólo busca justificar su golpe de Estado se niegan a participar, allá ellos) para que se consolide un modelo de servicio público que sea fiel a la verdad y desleal con las mentiras. Para que nuestra radio y televisión pública cumplan el cometido que les encomienda la ley y para subsanar este larguísimo paréntesis.
Todos están convencidos de que esta pandemia será derrotada, pero ya hay muchas víctimas que no serán cuantificadas porque los enemigos de la verdad ya la han asaetado con bulos, mentiras y engaños constantes. Tendremos muchos muertos por las fake news, pero también la batalla del rigor, de la neutralidad y de la imparcialidad informativa vamos a ganarla. Aunque tengamos muchas bajas.
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