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Amor a la patria inclusiva de lo público

13 de abril de 2020
Dos mujeres desde su balcón dan las gracias a los sanitarios de Pamplona. Fotografía: Álvaro Barrientos.
Dos mujeres desde su balcón dan las gracias a los sanitarios de Pamplona. Fotografía: Álvaro Barrientos.

La Covid-19 nos ha forzado a confinarnos en casa avivando otras miradas, otros ánimos y convivencias, invirtiendo lo normal en anormal y viceversa, e incluso haciéndonos tomar conciencia de que muchas cosas que gran parte de la población viene considerando ordinarias se han tornado ahora en extraordinarias, como el arte y la cultura. Pensemos qué sería de nosotros si en estas circunstancias nos privasen de artículos, relatos, novelas, poemas, ensayos, cine, series, documentales, música, videojuegos, tutoriales y todas las artes y oficios que nos pueden llegar en diferido.

Nos asomamos a las ventanas urbanas para aplaudir a quienes ejercen sus labores en los servicios de salud, seguridad, transporte, etcétera; seguramente sin pensar que, para ser consecuentes, también deberíamos aplaudir el pago de los impuestos que nos permite mantener la asistencia de lo público, algo que debemos reconsiderar de forma autocrítica en todos los niveles, tanto individuales como colectivos y políticos.

Miramos las geometrías desoladas de las calles, y también los cielos más limpios con menor contaminación. Y si ahora reflexionásemos sobre la reducción obligada de nuestras inercias como sociedad de consumo, también podríamos ver de forma crítica la contradicción de seguir esquilmando el planeta con lo innecesario y la obsolescencia programada, y más cuando la teoría Gaia, que entiende la Tierra como un organismo vivo necesitado de equilibrios, ya nos viene dando “toques” de emergencia climática, diciéndonos que somos nosotros los frágiles y provisionales.

Un aviso global de la Naturaleza es este virus sin fronteras de escala nano que no distingue clases sociales. Pero no seamos pesimistas, ni tampoco retrasados por ir literalmente con retraso ante lo que ya sabemos que va a ir aconteciendo. De forma positiva, con optimismo y sentido común, y por supervivencia, deberíamos entrar en otra consideración para resignificar las fronteras que dividen esa patria común y esférica que es la Tierra, poniendo mayor énfasis en lo complementario y colaborativo, y en la nivelación social que nos permita vivir con mayores equilibrios frente a la neoliberal ley de la selva.

Sí, podemos pensar mal y especular sobre si el coronavirus es o no el troyano de un gran complot, pero, en cualquier caso, a la vista está que necesitamos formatearnos para poder progresar de modo más acorde con la ética que necesita el sistema operativo de los nuevos tiempos. Como buen ejemplo, no nos faltan en esta actualidad las ventanas sociales para asomarnos y ver cuánto debemos a la inteligencia de científicos e investigadores como verdadera autoridad, y a todos los que con su entrega nos están demostrando su amor al prójimo como servidores públicos. Así que sigamos aplaudiendo a todos esos hombres y mujeres ejemplares, pero cambiando nuestro chip para ejercer como adultos responsables que aprendemos con los acontecimientos, demostrando en la práctica la preferencia por el amor a la patria inclusiva de lo público.

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