
Conocí a David en los años 90 del siglo pasado. ¡Qué rápido pasa el tiempo! Por entonces, él trabajaba en la discográfica RCA. Hablábamos mucho por teléfono, en ocasiones varias veces al día. Hablábamos mucho… sobre todo de música; en aquella época, David formaba parte del grupo de indie rock Kebrantas, y yo… yo tenía un programa de radio en una emisora local. De aquella amistad surgirían las interferencias que configurarían el nodo de mi trayectoria vital. Ondas desfasadas 0 grados… interferencias constructivas. De regreso, retomo hoy el hilo de nuestra conversación para hablar de música, pero sobre todo de la vida.
—José Ramón González: Decía Jacques Lacan que sólo los idiotas creen en la realidad del mundo, que lo real es inmundo y hay que soportarlo.
—Da Loma: No había oído hablar de él ni su “Teoría del espejo”. Lo que nos atrae y hace que nos relacionemos y adaptemos mejor a determinadas personas son aquellas características que son iguales a las nuestras. Eh… sí. Y lo que no nos gusta de los demás es lo que no nos gusta de nosotros mismos, aunque no seamos capaces de reconocerlo.
—J.R.G.: A propósito de Lacan. También afirmó que de una herida lo que importa es la cicatriz.
—D.L.: El disco está lleno de heridas curadas, de cicatrices, y creo que lo importante es haberlas podido utilizar como material creativo. Evité contarle mi vida a nadie, pero sí experiencias comunes con las que cualquier persona pudiera sentirse identificada. Me esforcé en utilizar un lenguaje común, y evitar géneros, metáforas barrocas o el uso de la ficción. Le di mil vueltas a las letras, en busca de la palabra más certera. Y aunque no traté de hacer poesía, sí cuidé aspectos como la métrica, el ritmo o la rima. Las canciones pueden ser escuchadas de forma aislada, y las interpretaciones deberían ser subjetivas, que es lo bonito del arte, pero el fin último era hacer un disco, honrar esa idea, que para mí es algo sagrado. Aspiré a que hubiera una idea que subyaciera en él, una experiencia vital a modo de historia, y que pudiera ser escuchado de principio a fin guiado por un hilo. Ser disfrutado como un libro, una película o, en definitiva, un álbum: un disco. Comienzo la primera canción, “El espejo”, diciendo: “Después de tanto tiempo…”, y la cierro con “Vente, vámonos lejos, vámonos ya. No hay nada que nos una a ellos, está todo dicho y no hay marcha atrás”. Y concluyo la última, “El libro de estilo”, diciendo “No te vayas, ven, tomemos un café, y hagamos una lista de las cosas que podríamos perder”. Es decir, una de las conclusiones es que no hay escapatoria, es la vida, y nuestra obligación es vivirla con respecto a unos códigos que nos hagan sentir que hemos honrado este beneplácito.
—J.R.G.: Habitamos un mundo del revés, la paradoja del fracaso como paradigma del éxito o la preponderancia del comportamiento hubrístico sobre la turbamulta, la distopía del perdedor pontificando.
—D.L.: Tampoco conocía el “Síndrome de Hubris”. Sí, vivimos en un mundo manejado por la megalomanía de chalados pagados de sí mismos. Me viene a la cabeza Donald Trump, pero vamos, mires donde mires… La letra de “Del revés” fue una de las que menos me costó escribir, porque en vez de mirar hacia dentro, lo hice como observador de esta sociedad tan curiosa que nos ha tocado vivir, donde una de las claves está en hacernos sentir mal para vendernos la supuesta felicidad. Todos queremos sentirnos mejor, pero hay días, sobre todo noches, donde la única salida, o al menos la más sencilla y hedonista, es la evasión. Además, en el título quería hacer un guiño a The Jesus and Mary Chain, que me parecen uno de los mejores grupos de la historia. En lo musical, me siento muy orgulloso de ella. Está construida sobre un drone tocado con un sintetizador Moog. Me venían a la cabeza tanto Sonic Boom, de quien también soy muy fan, como el rap primigenio, que me marcó mucho en la adolescencia.
—J.R.G.: Eros y Tánatos, vida y muerte… Ambos, principios básicos que delimitan el sino del ser humano, quien según Freud oscila entre dos pulsiones elementales: una, que tiende a la autoconservación, y otra, de carácter inorgánico, dañino y destructivo. Todo esto conecta con “El amor, la fuerza”. Sobremanera me obsesiona la frase: “No entendiste que la guerra nunca hizo a nadie grande”. ¿Acaso no?
—D.L.: Escribí esta canción con la ayuda del maestro Yoda, de quien tomé prestadas algunas de sus enseñanzas de manera literal para dar forma a la letra. Reconozco que en su génesis sí había un destinatario a quien devolver la pelota, pero da lo mismo quién fuera, porque según el día esa persona puede cambiar. Y como decía al principio, no era mi intención contarle mi vida a nadie y sí experiencias comunes con las que cualquiera pudiera identificarse. En definitiva, estaba pensando en aquellos que, utilizando valores universales, intentan hacer prevalecer sus propios intereses aún a riesgo de llevar al resto a la confrontación. Es una fórmula de manipulación muy común, que tristemente vemos cada día.
—J.R.G.: Hablemos de la vida como una divina comedia. En este contexto, “En el festival” podría ser el primer círculo (el Limbo) del infierno de Dante, donde las almas paganas danzan sin posibilidad de reconciliación y con el castigo de un deseo nunca satisfecho.
—D.L.: Ja, ja, ja… Es una lectura interesante. De todas formas, creo que tira más a la tragicomedia. Hay una frase en la canción… “No estarás a salvo en el festival”. Es más, ya no estaremos a salvo en ningún sitio. “En el festival” habla del festival de la vida, y ahí no hay ninguna seguridad. También destacaría otra frase: “Postadolescencia a los cuarenta, altamente peligrosa, aún estamos a tiempo de cambiar sólo algunas cosas”.
—J.R.G.: “No queda nada que decir”. Estoy totalmente de acuerdo. Porque todo se repite. Todo vuelve al punto donde empezó. La historia es una reiteración eterna y atroz. Es tan difícil decir: ¡Nunca más!
—D.L.: Sí, ja. No queda nada que decir… El Niño Gusano decían en su canción “Cine experimental”: “No puedes decir nada nuevo, no puedes descubrir sin repetirte”. Y en “Soy ruso señor”: “Todo lo que dije, lo dijo alguien ya”. En cuanto a mi canción, no quedaba nada que decir porque estaba todo dicho, y además… después de lo de la noche anterior todo se volvió tan gris… Cuando has tenido ya bastante, mucho más de lo que nunca creíste poder soportar, puedes tomarte la licencia poética de decir: ¡ya!, ¡hasta aquí!, ¡nunca más me verás! Vamos, que no quiero volver a verte ni en pintura. Sal de mi vida. No te deseo nada malo, pero tampoco nada bueno; es decir, no me importas, y si no te vuelvo a ver, mejor. Es lo que te decía desde el principio, todos nos hemos visto en situaciones así, y de eso se trata, de que las canciones hablen de ti. En cuanto a lo musical, siempre me recuerda a Nacho Vegas, porque me enseñó esa forma de arpegio. También a Los planetas y a su canción “Línea 1”, que es una de mis favoritas.
—J.R.G.: De Madrid al suelo, a Mingorrubio o al cielo; quién le iba a decir a don Luis que por cortesía de Henry Kissinger alzaría el vuelo en clase preferente sentado a la derecha del Todopoderoso. Y aunque hayan pasado décadas, Madrid sigue estando llena de ganado, tablas de cambistas y salvapatrias venidos de todos los lugares del reino.
—D.L.: Ja, ja, ja. Me encanta, qué te puedo decir. A lo más que uno puede aspirar cuando compone es a que su trabajo signifique algo para quien lo escuche. Yo te puedo dar mi visión, pero no supone que sea mejor ni más válida que la tuya. Esa es la esencia del arte. En cuanto a mi punto de vista, empezaré diciendo que nací en el setenta y dos y soy de Madrid. Me crie en el vértice entre los barrios de Usera, Carabanchel y Arganzuela. Una especie de Triángulo de las Bermudas donde crecer plácidamente en la década de los años ochenta. Hoy es una zona privilegiada, con Madrid Río, la M-30 soterrada y un lujoso centro comercial, pero en aquel tiempo, si te movías tres o cuatro calles más allá convenía que lo hicieras corriendo. Mi primer concierto fue en las fiestas de San Isidro en 1986, en el Rockódromo de La Casa de Campo. Un triple cartel en el que figuraban Bella Bestia, Obús y La Polla Records. Heavies y punkies. Y se lio muy gorda. El que hizo el cartel era un pirómano o tenía un curioso sentido del humor. En aquella época era súper fan de La Polla, y antes lo había sido de Obús. Y de Leño. Poco después, y mucho, de Los Ramones. Y después, de The Velvet Underground, Sonic Youth y toda mi imagen idealizada de Nueva York. También de Spacemen 3 y el rollo lisérgico y espacial. En definitiva, todo ese bagaje condensado en “De Madrid al suelo”. La veo como una canción de rock urbano espacial. Y con respecto a Madrid, llevo rodando en moto desde los dieciséis años y me conozco cada rincón. Lo suficiente como para saber que el ornamento cambia cada día. Como detalle decir que el estadio del Atleti, el Vicente Calderón, que veía desde casa, ya no existe, y el Bernabéu estará techado. Pero lo esencial, la desigualdad, no cambia y de hecho se acentúa.
—J.R.G.: “El séptimo día terminó Dios lo que había hecho, y descansó (Génesis 2:2-3)”. He de confesar que ignoro a qué dedicó su tiempo de asueto el Padre creador, lo que sí tengo claro es que Aznar, Fernández Díaz y acólitos se consagran cada fin de semana al IBEX 35, en el ritual de la santa misa del mediodía.
—D.L.: “Fin de semana” es una canción clara y meridiana, y habla de lo que habla, de traición y de aislamiento voluntario. Hay un guiño al trío de las Azores, y aunque les tenga casi la misma estima, no estaba pensando en bigotes ni arbustos. Mentirosos engreídos todos ellos. Tenía una letra alternativa, escrita hace más de diez años. Cambiando alguna palabra, pensaría que hubiera estado poseído por el espíritu de Nostradamus. He aquí: “El anticristo ha tomado el Vaticano. La delincuencia organiza las comisarías. En los cuarteles reina la anarquía y en los paritorios rigen ritos inhumanos. La decadencia cotiza al alza estos días. Los radicales libres han tomado la comida. La policía se juega el botín a los dados. Los traficantes son su brazo armado. ¿Dónde está Superman? La Luna es propiedad de los americanos. El orden cósmico está por completo en sus manos. El rap ya no es la BBC de los negros. El éxito se mide por los quilates en su pecho. En las pasarelas desfila la anorexia, y en los McDonald’s sirven los menús más sanos. Las tendencias son la nueva Biblia, y sus obispos son de lo más chabacano. ¿Dónde está Superman? En el Brain Training se encuentran las soluciones. Las telefónicas nos regalan las canciones. La Bolsa sube y baja cada día, pero los brokers siempre van puestos hasta arriba. Los domingos la fe está puesta en el fútbol. La juventud se infla cada fin de semana. El sentido común no existe en el mundo, y me pregunto qué ocurrirá mañana”.
—J.R.G.: Bukowski escribió: “Entiéndeme. No soy como un mundo ordinario. Tengo mi locura, vivo en otra dimensión y no tengo tiempo para cosas que no tienen alma”. Añadía que habiéndose clavado ya tantas navajas, cuando le daban una flor no sabía con certeza lo que era.
—D.L.: Tuve mi “etapa Bukowski”. No leía otra cosa y lo leí todo. No soy muy mitómano, aunque leo muchas biografías para saber por dónde han pasado todas esas personas de las que me interesa su obra. Y concretamente de Henry Chinaski una de las cosas que más valoro es su fidelidad a su editor. La fidelidad… ¡qué concepto! “T.A.M.” habla de un triángulo amoroso desde la perspectiva del procaz, del que intenta utilizar su poder de seducción para hacer pensar a la otra persona que esa nueva situación va a ser mejor. Creo que esta canción trata sobre el egoísmo, incluso del hedonismo. Puede que también de la fidelidad bien entendida, de escapismo imposible y de traición. Me gustan los giros en las historias, y aquí hay uno: “Que les follen, y se lo coman con su pan, que tengan suerte, la van a necesitar”. Y tanto que la van a necesitar. Todos la necesitamos, aunque… no creo en la suerte, pero sí en el karma.
—J.R.G.: Pamela Meyer, fundadora y CEO de Calibrate, reveló en su libro “Liespotting” que cada día nos mienten entre diez y doscientas veces. Con este panorama, uno no puede evitar perder la fe en la humanidad. Soy consciente de que hay excepciones, pero son tan pocas…
—D.L.: Es una pena, pero creo que con eso contamos. Pero es peor cuando lo hace alguien a quien consideras un amigo. Y cuando pretendemos mentir engañándonos a nosotros mismos, hasta el punto de creernos la mentira, el asunto resulta patético. Pero como digo en “Tus mentiras”, todo el mundo está en su derecho de seguir caminando torcido.
—J.R.G.: Para concluir, ¿cómo se podrían eliminar los renglones torcidos de las decepciones y la decadencia, para corregir el libro de estilo, sin que las marcas de lo ya escrito dejen huella? ¿Cómo comenzar a vivir de nuevo en un mundo mejor?
—D.L.: Imposible eliminar nada, y así debe ser, porque entonces es imposible crear algo mejor. Pero sí tenemos obligación de mejorar la fórmula con la que nos relacionamos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo, siendo conscientes de que no existe lugar donde huir.
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