Las muñecas son para jugar

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En la imagen, Matt McMullen fundador de la tecnológica Abyss Creations. Fotografía de archivo.

Aunque las rarezas y peculiaridades de los japoneses podrían justificar el origen de la muñeca hinchable, para descubrir su procedencia debemos remontarnos hasta las “damas de viaje” utilizadas por los marineros en el siglo XVII. Se trataba de toscos cuerpos femeninos hechos de tela cosida que servían para liberar la tensión carnal de los marinos en altamar. Durante el período Edo, estas “damas” llegaron en un buque holandés al enclave comercial de Dejima, una isla artificial construida en la bahía de Nagasaki; la tripulación del mercante vendió algunas de estos peleles a varios lugareños. Mucho tiempo después, Japón desarrollaría una rentable industria del erotismo donde las sofisticadas rabu doru (muñecas del amor) se convirtieron en un fenómeno imparable.

En 1940, Adolf Hitler encomendó al médico danés Olen Hannussen el proyecto Borghild, que consistía en el diseño de una muñeca especial para que los soldados de la Wehrmacht pudieran desfogarse en el frente sin riesgo de contraer enfermedades venéreas.

En activo desde 1977, Orient Industry es el fabricante de muñecas eróticas más importante en Japón. Con el paso de los años, la cultura rabu doru arraigó con fuerza entre los viudos e individuos con problemas de socialización del país; que las cuidan como a seres vivos, las miman, comen y duermen con ellas, tratándolas con respeto hasta el fin. El ningyō kuyo es una ceremonia que se realiza para purificar muñecas, peluches y juguetes antes de tirarlos, y que en el caso de las rabu doru es ofertada por Ningen Love Doll y oficiada por la actriz de cine para adultos Rei Kato. Tras las exequias, estas son enviadas a una empresa de procesamiento de residuos tóxicos.

Atrás quedó la primera generación de muñecas hinchables de gesto hierático elaboradas en vinilo, a unos precios muy asequibles pero que suponían un grave peligro para la salud, ya que contenían cantidades dañinas de cloruro de vinilo y ftalatos. Hoy, las RealDoll representan la perfección de un juguete erótico que ha trascendido a otra dimensión con la aplicación de la inteligencia artificial. En 1997, el empresario estadounidense Matt McMullen, fundador de Abyss Creations, creó la primera versión de la hiperrealista RealDoll, cumpliendo así un sueño que tenía desde joven: esculpir una mujer.

La extraña relación del cine y el universo surrealista de las chicas imposibles y sus desbravados amantes dio lugar a películas como “Tamaño natural” de Luis García Berlanga; la adaptación de la novela de Tom Sharpe “Wilt”, dirigida por Michael Tuchner; “Monique” de Fabienne Katany; “Lars y una chica de verdad” del australiano Craig Gillespie o “Air doll” del japonés Hirokazu Koreeda.

Y eso que los más carcas y reaccionarios siempre suelen decir que jugar con muñecas es cosa de crías…

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