La necia teoría de Hernández de Cos

12 de junio de 2022
Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España. Fotografía: Alberto Di Lolli.
Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España. Fotografía: Alberto Di Lolli.

Es tal el ímpetu con el que los ideólogos del neoliberalismo quieren vencer en la batalla de las ideas que en ocasiones se pasan tres pueblos por pretender llegar antes y se saltan los escalones de tres en tres, creyendo que así convencen mejor a los ciudadanos, pero en realidad destapan sus cartas para demostrar que la democracia no es el fin de sus aspiraciones sino un medio para lograr que las multinacionales y sus sicarios mediáticos obtengan beneficiosos cuantiosos en un plazo muy corto.

En un reciente editorial del periódico El Mundo, que se ha erigido en el portavoz de tecnócratas de viejo cuño y de algún que otro maleante que tiene como principal pasatiempo la caza para satisfacer su instinto asesino, el rotativo que fundara Pedro J. Ramírez y que sus sucesores han llevado a la deriva intelectual se pone de relieve que una persona que ha llegado al Gobierno con la fuerza de los votos no es respetable si replica a los técnicos expertos que defienden los intereses de los más poderosos.

La excusa, en esta ocasión, es la crítica de la vicepresidenta Yolanda Díaz a la indocumentada afirmación de Pablo Hernández de Cos — gobernador del Banco de España — de que los salarios y las pensiones son el elemento clave para entender la inflación. Bastó que la ministra de Trabajo desmintiera la necia teoría del citado gobernador para que los defensores a ultranza del liberalismo más simplón salieran en tromba a atacar a la ministra y a defender a Hernández de Cos con el insuperable argumento de que atacar a los supervisores erosionaba la calidad de nuestra economía.

En los sectores más tecnocráticos siempre se tuvo a los expertos y a los técnicos, así sin apellidos, por los especialistas más cualificados para entender las reformas de la sociedad, sin querer darse cuenta de que entre los expertos hay derechistas, izquierdistas, mediopensionistas y aprovechados de cualquier pelaje, pero con el agravante de que estos individuos, que no han sido elegidos por los ciudadanos, pueden dar lecciones a cualquier electo de nuestro país, sólo por tener un máster en cualquier universidad de medio pelo.

En el fondo, el editorial del citado periódico relegaba la democracia a un segundo o tercer plano, por debajo de los intereses económicos de las multinacionales y de los gurús del neoliberalismo, hasta el punto de que cualquier decisión en el ámbito económico debería tener la conformidad de los paniaguados de la escuela de Chicago.

Valoro el punto de vista de Hernández de Cos y los multimillonarios funcionarios de los órganos de la democracia en su justo término, porque no son ningunos mindundis sin bachiller ni conocimientos, pero colegas de otra formación similar no coinciden con sus anatemas a la demonización de las pensiones, en un momento, además, en el que los fondos buitre de seguros privados tratan de hacernos creer que la caja de la Seguridad Social está vacía.

Economistas de signo contrario a Hernández de Cos pero con la misma formación académica niegan el valor de los salarios para el incremento de la inflación que atribuyen al excesivo precio de la luz y de los carburantes en los últimos tiempos, ya que están sometidos a las reglas de un mercado salvaje y demasiado interesado en obtener lucro.

Lo más ruin del gobernador del Banco de España, que tanto gusta al periódico portavoz del ultraliberalismo, es que someta a presión los salarios y pensiones, muchas de las cuales no llegan a mil euros, mientras el supuesto regulador se lleva para su casa todos los años un sueldo de 200.000 euros, que obviamente no deben tener que ver con el alza de los precios, ya que estoy convencido de que Pablo Hernández de Cos con sus estipendios aviva las llamas de la chimenea de su casita de campo. Es lo que se me ocurre como mal menor. Y ojo a nuestros ciudadanos, que desde la prensa más conservadora se nos está incitando a devaluar la democracia. Y eso ya tiene delito.

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