Sanciones y censura deportiva

18 de julio de 2022
CSKA, Unics y Zenit fueron expulsados de la Euroliga tras la invasión de Ucrania. Fotografía de archivo.
CSKA, Unics y Zenit fueron expulsados de la Euroliga tras la invasión rusa de Ucrania. Fotografía de archivo.

En estos primeros días de verano, cuando se terminan las competiciones oficiales de los clubes y tras un pequeño paréntesis, suelen sucederse los campeonatos de selecciones nacionales en la mayoría de disciplinas: desde el baloncesto al fútbol en sus distintas categorías, el atletismo o el hockey hierba. Y en las que he contemplado me ha extrañado la ausencia del equipo de Rusia, no porque no sepa que ese país es objeto de la censura deportiva por la guerra de Ucrania sino porque parece un contrasentido que para sancionar al residente ruso, Vladímir Putin, se prive a los aficionados de la participación de un equipo cuya única culpa es tener la misma nacionalidad que el responsable moscovita.

Porque vamos a ver. ¿Qué aporta a las sanciones contra Rusia que el equipo de su país no pueda participar en los campeonatos de waterpolo, póngase por caso? ¿Quién impide que un seleccionado que, por ejemplo, sea opositor a la política del actual partido en el Gobierno de Moscú tenga la posibilidad de vestir la camiseta de su país aunque no esté a favor de la invasión del país vecino?

Seamos serios. Téngase la opinión que se tenga cada uno sobre el conflicto del Donbás, a quién beneficia que la selección rusa no tenga su sitio en la Copa Mundial Femenina de fútbol o que un tenista nacido en San Petersburgo deje de tomar parte en los torneos de ATP que se desarrollan a lo largo y ancho de las canchas del mundo entero. Importantes personalidades del mundo del deporte, entre ellas, Rafa Nadal, han puesto el grito en el cielo por esa exclusión de los deportistas rusos, pero el unilateralismo de la decisión ha hecho imposible la marcha atrás.

Y es que la prohibición de que los deportistas rusos participen en torneos oficiales no sólo es una injusticia sino que se trata de un error estratégico de primera magnitud que no aporta nada a los intereses ni de la OTAN, ni de los países europeos ni de la mismísima Ucrania. Cuando alguien excluye a un deportista de una competición sin más excusa que ser natural de un país demonizado, lo que sucede no es que sus compañeros critiquen a ese país sino que es más probable que hagan piña con él y lo que en teoría podría pretenderse como un acto de dividir al enemigo termine siendo una fuente de unidad nacional.

No es la primera vez que cuando una competición se celebra en un territorio “enemigo”, los países occidentales, bajo el auspicio de Estados Unidos, tratan de boicotear los campeonatos para que salgan malparados. Fue así en los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980, cuando Ronald Reagan reclamó la no asistencia de los países democráticos tras la invasión rusa de Afganistán, país que Washington invadió tras los atentados del 11-S y del que salió escaldado. También se hizo ese mismo vacío a los chinos, sin resultados satisfactorios para los excluyentes. Hay una especie de fobia enfermiza contra los mal llamados países comunistas.

El famoso eslogan de no mezclar política y deporte fue muy popular en la España de la dictadura para evitar que los ciudadanos pusieran en tela de juicio la política deportiva del régimen, que el mismo franquismo se saltó cuando le dio la gana para exaltar el nacionalismo español cuando se conseguía una victoria internacional importante o para aplaudir los éxitos del Real Madrid, aunque no tanto los del Barcelona, por cuestiones un tanto mezquinas.

Hasta el momento, nadie ha sido capaz de explicar con convicción qué aporta la ausencia de los deportistas rusos en competiciones internacionales, salvo que la verdadera razón sea una excusa de leguleyo para quitarse de en medio a un equipo supuestamente rival. Recuerdo que en 1980 uno de los argumentos estadounidenses fue no confrontar con los deportistas de la llamada República Democrática Alemana (RDA) que le birlaba gran parte de las medallas. Después se demostró que estos no jugaban demasiado limpio con los estimulantes. Pero tampoco lo hacían los yanquis. Con esta decisión, los rusos se volcarán con su líder y Ucrania no recibirá respaldo nuevo alguno.

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