El rey de Marruecos, Mohamed VI, mantiene una actitud chuloputesca cuando se trata de preservar su dominio sobre el territorio que tiraniza, como si se tratara de controlar todos los recovecos de un burdel. Y utiliza el desprecio y la soberbia, en relación con otros países a los que pretende doblegar y convencer de que posee la razón, sin ningún tipo de incertidumbre. Uno de esos países a los que simplemente desprecia es España.
Las constantes humillaciones que padece España de su socio marroquí son casi siempre ignoradas por nuestras autoridades, que se muestran impotentes ante sus desplantes en el terreno de la inmigración, de sus reivindicaciones territoriales y en sus intromisiones sobre la política exterior española, y en el tema del Sáhara, su éxito más destacado en la actividad expansionista del monarca. Y, curiosamente, nuestros conciudadanos más patriotas evidencian una postura de servilismo hacia el soberano alauita sin rechistar ni cuestionar ninguna de sus exigencias (salvo la marroquinidad de Ceuta y Melilla, pero todo se andará). ¿Las razones? Vaya usted a saber, pero no dejen de lado la teoría de que Estados Unidos ha designado a Marruecos su gendarme en la zona, en equidad compartida con el violento Israel.
Esa indiferencia de los mal llamados constitucionalistas con la displicencia de Marruecos hacia España es la que permite al vecino del Sur hacer de su capa un sayo y obviar cualquier actitud diplomática entre sus embajadores con respecto a los intereses españoles. Bueno, es cierto que Vox no ha entrado al trapo de los insultos alauitas, pero no por su simpatía por la independencia del Sáhara y el referéndum de autodeterminación, sino por su odio racista hacia lo marroquí.
Estoy esperando (como millones de españoles) a que el Gobierno de Pedro Sánchez y sobre todo su vertiente socialista nos explique las razones —aunque sean nimias— de su traición hacia el Sáhara y su asunción de las tesis marroquíes desdiciéndose de la necesidad de cumplir las resoluciones de Naciones Unidas sobre la convocatoria de una consulta sobre el asunto, como dictaminaron también los acuerdos que pusieron fin a la guerra entre el Frente Polisario y el Ejército de Marruecos.
La arrogancia del régimen marroquí es ya proverbial desde hace muchos años, pero ahora se ha endurecido y ha llegado a obligar a Pedro Sánchez a sustituir a su ministro de Asuntos Exteriores por el sangrante caso del ingreso del líder del Frente Polisario Brahim Gali en el hospital San Pedro de Logroño para curarse del coronavirus, que, a pesar de que España alegó razones humanitarias, provocó un incidente diplomático que hizo que el embajador de Mohamed VI retirara a su representante en Madrid.
Curiosamente, la derechona española hizo causa común con el soberano marroquí solamente para erosionar a Pedro Sánchez y en lugar de defender los intereses de España y el humanitarismo de su acción contribuyó a reforzar la imagen de Rabat, lo que hizo que el prestigio internacional de nuestro país quedara en entredicho. Para los neofranquistas de diferentes siglas todo es bueno para el convento y para expulsar a los que ganaron las elecciones.
No se sabe porqué Sánchez destituyó a la ministra Arancha González Laya y nombró para el cargo de ministro de Asuntos Exteriores al intranquilizador José Manuel Albares, quien contribuyó al cambio de política sobre el Sáhara hasta el punto de que la imaginación popular dijo de él que era un ministro espía doble ya que lo era de España y Marruecos al mismo tiempo. Y fue entonces cuando se consumó la traición hacia los saharauis.
Los españoles no suelen ser muy duchos en estrategia internacional, pero hay tres o cuatro temas en que tienen una posición definida y sólida: Palestina, Cuba y, sobre todo, el Sáhara. Y por esta razón han sido muy críticos con el giro copernicano de los socialistas, porque siempre han sido muy solidarios con el antiguo Río Muni, quizá porque fue español hasta el soborno de Hasán II con la Marcha Verde, aprovechando la enfermedad del dictador. Los archivos desclasificados de Estados Unidos hablan de una implicación negativa en el asunto del entonces Príncipe de Asturias, Juan Carlos de Borbón.
La falta de explicaciones de Pedro Sánchez y su dependencia de Marruecos y de Estados Unidos han debilitado la unidad de los españoles sobre el asunto hasta el punto de que todos los socios del Gobierno, incluidos Unidas Podemos, han rechazado tajantemente la sumisión del presidente del Ejecutivo a los intereses de otros países y a la falta de cumplimiento de sus obligaciones como potencia administradora del Sáhara. Nadie entiende esta actitud tan vergonzosa, que requiere una argumentación contundente por parte de quien ha traicionado los intereses de los saharauis.
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