Primero fueron los seguidores de Donald Trump quienes, el 6 de enero de 2021, asaltaron las instituciones democráticas porque su líder no aceptaba la derrota electoral ante Joe Biden y quería perpetuarse en el poder. Dos años después de la agresión a la democracia, los fieles al loco pelirrojo están en retroceso, muchos de ellos en la cárcel y el expresidente republicano tiene todas las papeletas para entrar en prisión.
Ahora, la historia se repite en Brasil con otro expresidente derrotado de extrema derecha que no quiere aceptar que los brasileños le hayan dado la espalda. Jair Bolsonaro, en Florida, por si las moscas ha alentado a los suyos a devolverle el poder, aunque su exigencia de que los militares le retornen al palacio presidencial ha cosechado un absoluto fracaso.
No es la primera vez en la historia que los fascistas quieren cambiar la situación política. En octubre, hizo cien años de la marcha sobre Roma de Benito Mussolini, que le llevó al Gobierno por la cobardía del rey Víctor Manuel III. Y parece que el ejemplo ha calado en los ultraderechistas de medio mundo.
Pero, ojo. En España, tenemos que estar atentos. Ya no son los militares los que se alzan en armas, ahora es una conjunción de poderes mediáticos y judiciales como pasó en Washington con la Fox y el Tribunal Supremo elegido por Trump y en Brasil donde una alianza de jueces (con el inefable Sergio Moro al frente), medios de comunicación y expoliadores del Amazonas, descabalgaron con infundios a Lula y a Dilma y propiciaron la victoria de Bolsonaro.
En nuestro país, también hay esa alianza diabólica entre ciertos medios de comunicación y determinados magistrados, que le viene bien al PP, que no condena y que pretende voltear a su favor desbarrando sobre el delito de sedición y la responsabilidad del presidente del Gobierno.
Ya veréis que cuando en las próximas elecciones vuelva a vencer la izquierda, los ultraderechistas harán lo mismo que en Brasil y en Estados Unidos y no asumirán su derrota electoral, con llamamientos a volver a los tiempos del cólera. Y debemos estar preparados para el golpe que ya tienen entre manos.
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