Gerard Piqué (Barcelona, 1987) siempre ha sido un imbécil, un niñato engreído de “familia bien” que ha ido por la vida haciendo lo que le ha dado la gana. En los campos de fútbol y también fuera de ellos.
Piqué engañó a Shakira públicamente, se paseó a la vista de todo el mundo con la que era su amante Clara Chía y llegó a meterla dentro de la casa familiar.
Sorprendentemente, o no tanto, desde ayer, en este país, sólo se habla de Shakira y, como suele ocurrir, en tono despectivo. Que si se está humillando públicamente, que si está despechada, que si busca rentabilidad, etcétera. En definitiva, lo jodido es que quienes arremeten contra la cantante colombiana lo hacen como si nunca hubieran visto nada igual.
Lo que Shakira cuenta cantando, lo hemos oído cientos de veces, ya fuera en la cola del supermercado, en la farmacia o en el bar de la esquina. Es una reacción humana, la única diferencia es que ella tiene la fama, el altavoz y los medios que la mayoría no tenemos. Nada más que eso.
¿Que está monetizando unos cuernos que ya eran más que públicos? ¿Cuál es el problema? ¿Preferirían verla sometida y en silencio? ¿Era eso? Pues va a ser que no. Justicia poética se llama.
