Mursal Nabizadeh, otra víctima del salvajismo

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Una mujer mira en su teléfono móvil una foto de Mursal Nabizada. Fotografía: Wakil Kohsar.

Ayer domingo 15 de enero, la exdiputada afgana Mursal Nabizadeh fue asesinada a tiros junto a su guardaespaldas en su casa en el área de Ahmad Shah Baba, en Kabul. Su hermano, que resultó herido en el atentando, ha prometido continuar la lucha de la joven activista de 33 años que dirigía una campaña en una oenegé para que las mujeres de su país pudieran tener acceso a la educación, el trabajo y la participación política.

Mursal Nabizadeh fue elegida en las elecciones parlamentarias de 2010, siendo una de las primeras mujeres en ocupar un cargo político desde el regreso del régimen talibán en 2001. Como diputada, luchó por los derechos de las mujeres afganas y contra la violencia de género. Su asesinato ha sido condenado de forma unánime por la comunidad internacional.

El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, expresó su profunda tristeza por la pérdida de Mursal Nabizadeh pidiendo que se investigue el homicidio y se haga justicia. Por su parte, la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, calificó el crimen como una «atroz violación de los derechos humanos» exigiendo a las autoridades del emirato islámico que hagan todo lo posible para garantizar la seguridad de las mujeres en el país.

La violenta muerte de Mursal Nabizadeh es una trágica señal de que el régimen talibán está tratando de silenciar a las mujeres que luchan por sus derechos. En tan sólo un año y medio, la situación ha empeorado debido a la violencia de los talibanes, que han prohibido el acceso de las mujeres a la educación, el empleo y los servicios de salud, imponiendo la “sharia”, un sistema de leyes islámicas que rigen la conducta y la moral del pueblo afgano.

Las leyes afganas discriminan a la mujer en cuestiones como el matrimonio, la propiedad, la herencia y la custodia de los hijos. Muchas de ellas carecen de los documentos necesarios para votar, lo que limita su participación en la vida política.

El régimen de Afganistán sigue siendo profundamente misógino, el país está en la ruina y la crisis humanitaria no tiene precedentes. La comunidad internacional ha hecho un llamamiento a la organización militar islamista deobandi para que deje de lado la violencia y se comprometa a un diálogo político. A pesar de los esfuerzos, la situación sigue siendo difícil y el futuro incierto.

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