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Los museos y sus habitantes

3 min de lectura
Ángel García Roldán, “Museum #16” (2020).

Los museos, esos lugares enigmáticos donde, a veces, lo más interesante ocurre en los espacios que habitan excepcionalmente sus visitantes.

Quién no ha sentido la curiosidad de observar el contexto, en vez del objeto de sus salas y entender que los momentos que ahí suceden pueden también ser observados. Es más, esas imágenes que ocurren, y no siempre son vistas, pueden remitirnos a nuevos aspectos de la relación entre espectador y museo, o por lo menos, a un estudio de la escenografía viva en la que se convierten estos grandes escenarios. Sea lo que sea, retener esas imágenes y atreverse a considerarlas alimenta la referencialidad y permite la continuidad de una obra encerrada para ser devorada, aunque siga permanentemente ahí, impasible a lo largo del tiempo. De alguna manera, aunque no todos los visitantes tienen las mismas expectativas, todos vamos a operar acciones similares en esos grandes contenedores creados para deambular, detenerse y deleitarse. Es justo esa relación con el espacio y las relaciones que allí ocurren, entre la mirada que conecta y la obra que detiene a la muchedumbre, lo que más me interesa cuando me acerco a alguno de estos lugares.

Desde hace algunos años entro a los museos con una doble perspectiva; la del visitante común y la del espectador ávido de narrativa que juega a la teoría del espejo social motivado por el escenario barroco de estas conexiones especulares. Con ello no puedo negar cierta necesidad psicológica de crear historias. Incluso de inventarlas, seleccionando un encuadre porque puedo adelantarme a sus efectos, y aceptando, al mismo tiempo, la rutina del pasajero; ese que mira tras la ventana y ve pasar el mundo embelesado por la incapacidad de aprehenderlo.

Creo que la posibilidad de reflexionar-con-imágenes sobre lo que es mirado es una forma de acotar las posibilidades de esos contextos de retroalimentación iconográfica en los que se convierten los museos. Y también una fórmula para entender y proyectar los museos del futuro. Quién sabe, quizás sigan siendo necesarios como contenedores-productores de historias; esos grades y pequeños relatos que continúan construyendo nuestro mundo.

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