La moción de Vox ya es pretérito. El profesor Tamames puede descansar, no sé si satisfecho. Unos y otro hicieron lo que entendieron. Cada cual ha de asumir los costes de sus movimientos, de sus palabras y hasta de sus gestos. Núñez Feijóo espera su turno —paciente— como buen gallego, y no hay sorna en el calificativo. No obstante, sabe que pronto, muy pronto, a partir del 29 de mayo para no ir más lejos, tendrá que pactar sí o sí un buen número de ayuntamientos y de diputaciones con los primeros, y puede que alguna Comunidad tal que en Castilla-León, que abrió la puerta a dichos entendimientos.
Pero, en democracia, las decisiones se toman por mayoría y la política de bloques —con alguna que otra excepción—, ha venido para quedarse. No se trata de un desatino, a pesar de que los partidos que conforman la derecha y la ultraderecha lleven años negando la legitimidad del Gobierno de la nación con tintes gruesos. De hecho, han basado su política de acoso y derribo exclusivamente en ese cometido.
En el bloque de la izquierda, no les queda más remedio que ponerse de acuerdo. Al empecinamiento de Podemos por imponer unas cuotas determinadas en lo que sea Sumar, le va quedando cada vez menos tiempo; dos semanas cortas para ser sincero, y es hora de que unos y otros definan el corpus programático y también cómo han de conformarse las listas en lo que hay a la izquierda del PSOE en estos momentos. La división en este bloque produciría que un gran número de votos se perdieran, se quedaran en barbecho. Y no está el tiempo para banderas ni trincheras ni numeritos más o menos gruesos. Toca remar en una sola dirección. Veremos.
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