Un responso por el alma perdida de Ciudadanos

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Begoña Villacís, vicealcaldesa de Madrid y portavoz de Ciudadanos. Fotografía: Eduardo Parra.

A poco más de un mes de las elecciones municipales en las que las previsiones dan casi por desaparecido —desde el punto de vista electoral— al partido político Ciudadanos, puede ser interesante hacer una reflexión sobre el auge y caída de esta formación, que estaba llamada a sustituir al PP en el ranking de líderes de los sectores vinculados al empresariado.

Entonces, ¿qué ha pasado en España y en el propio partido para que en un período inferior a cinco años descendiera desde la cúspide de los sondeos a mediados de 2018 a las puertas del infierno en 2023? Lo curioso es que la organización se presentó en sociedad con vitola de liderazgo y como elemento alternativo en la debacle del bipartidismo a un Partido Popular que los sectores influyentes de la sociedad civil del conservadurismo veían en franca decadencia. Era el Podemos de derechas por el que suspiraba el banquero Josep Oliu, como portavoz de los popes de las entidades financieras. Y, curiosamente, se quedó a medio fraguar.

Soy de la opinión de que Ciudadanos murió de éxito… y de prisas. El proyecto fue demasiado ambicioso y en lugar de ir pasito a pasito pretendieron comerse el mundo sin tener el estómago preparado para tal bocado.

Los ideólogos más conscientes de las posibilidades de Ciudadanos le situaban en un inexistente centro de la ruleta política para que pudiera auxiliar al PP y al PSOE sin que se perdiera en exceso la esencia del bipartidismo, algo así como el Partido Liberal alemán, que servía de muleta de forma indistinta a cristianodemócratas y a socialdemócratas.

De hecho, Albert Rivera y los suyos se llamaban a sí mismos liberales, y en vez de dejar el apelativo para mejores tiempos, les entró la angustia y la prisa y se sumaron en febrero de 2019 al manifiesto de la plaza de Colón, traicionando así sus propias convicciones, escorándose tanto a la derecha que ya no hacían falta para reemplazar al PP. Eran los mismos conservadores.

Luego ensayaron una autodefinición de constitucionalistas para darse el pote de demócratas de la Transición, pero vieron a la Constitución sólo con su ojo derecho, sin hacerle ni siquiera un guiño a los aspectos más progresistas de la Carta Magna (impuestos, vivienda, derechos sociales), y claro, perdieron mucha legitimidad.

No estoy seguro de que sea aún el momento de rezar un responso por el alma perdida de Ciudadanos, pero tengo la intuición de que las dos próximas citas electorales serán la tumba de aquella propuesta naranja que nació para adueñarse del país y que no supo (o no pudo) cabalgar sobre las crines de la Historia. Quizá por incontinencia.

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