Mundo descomunal, donde nadie oye mi voz

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En la imagen, una multitud caminando por la calle. Fotografía: Andy Ryan.

Me desconcierta leer la prensa. También escuchar los informativos audiovisuales. Con respecto a los contenidos de las siempre tendenciosas y manipuladas redes sociales, ni hablemos.

La realidad que observo y que imagino nada tiene que ver con la que cuentan los medios descritos. No sé si me he salido de la rueda de la comprensión establecida y así poder ajustar mi pensamiento a los cánones de entendimiento al uso —esos que han sido definidos al milímetro en algún lugar por los de siempre, con algún algoritmo— o me he vuelto definitivamente majareta. El caso es que ya no estoy para relatos elaborados en las cocinas del poder: ni las de unos ni las de otros. Excepto que me apetezca leerlos, los cuentos, cosa que hago a menudo, entonces, en esos supuestos siempre soy yo el que elige al autor y el género, que para eso estudio de forma persistente, como el Quijote de Cervantes.

El asunto es que veo monstruos donde algunos dicen que hay molinos que procesan trigo. Y no es cierto, no. No a mi entender. Todo es una lucha por el poder en la que no estoy dispuesto a participar ni un segundo.

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