En el semanario que se entrega los domingos junto con los periódicos del grupo Vocento suele escribir sus artículos Arturo Pérez-Reverte, que tiene una abundante serie de textos sobre la historia de España y de Europa y en los que, posiblemente por resumir en exceso, simplifica demasiado los acontecimientos ocurridos durante todos estos siglos y mantiene posiciones, está en su derecho por cierto, muy vinculados al argumentario del españolismo más irredento, si bien lo disfraza de una manera un tanto peculiar.

Es curioso que el lenguaje desenfadado de Pérez-Reverte, que conlleva atizar collejas a diestro y siniestro (obviamente más a siniestro), le impida comprender que otros articulistas puedan hacer lo mismo.

El clímax de esta situación llegó cuando después de haberse despachado a gusto con los separatistas y con Irene Montero (muy en la línea del articulismo más conservador) arremete contra unos integrantes de un programa satírico de la televisión catalana por hacer una parodia de la Virgen del Rocío, que como todo el mundo sabe, no es un personaje de carne y hueso.

Lo que me extraña y me resulta incomprensible de un tipo que se las da de duro es que se conceda el privilegio de denostar a ciudadanos con nombres y apellidos y le hierva la sangre porque se tome a broma una imagen que ni siente ni padece. Son los oscuros e inextricables vericuetos del alma humana, muy propios de quienes entienden que sólo sus valores merecen la pena. Es muy complicado predicar con el ejemplo.

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