Es absolutamente notoria la mala suerte que tiene la derecha española en su relación con Europa a la que clama de forma insistente por una desaprobación de las decisiones del Gobierno progresista. Entre tanto, la Unión Europea hace caso omiso y bendice prácticamente todos los acuerdos adoptados hasta la fecha por el Ejecutivo de Pedro Sánchez, sin que todos esos reveses minen la moral de nuestros patriotas que insisten una y otra vez en tratar de desprestigiar las políticas de la coalición.
Comenzaron anunciado a través de sus altavoces mediáticos que la UE exigía a España y a Pedro Sánchez que pusiera en marcha una reforma de las pensiones —totalmente diferente a la que se legisló— así como que dejara de intentar derogar la reforma laboral de Fátima Báñez que tan buenos resultados, según dijeron reiteradamente desde el PP, consiguió. Pero ni la Comisión Europea planteó nunca que esas reformas se llevaran a cabo ni que fueran en la línea que ellos sugerían.
Fracasados en este intento, trataron de convencer a la opinión pública de que el reparto de los fondos europeos a los que había accedido España por méritos propios y por hacer los deberes debían ser objeto de consenso con el principal partido de la oposición para distribuir el dinero en función de lo que ellos consideraban intereses generales, que lo más probable era que fueran sus intereses partidistas.
Ni el Gobierno progresista cayó en la trampa que le tendió el Partido Popular ni Europa dijo esta boca es mía cuando alguien planteó cómo debería realizarse el suministro de dichos fondos, por cuanto había una propuesta española para dedicarlos a determinados menesteres y que fue aprobada por “los Veintisiete”, con lo cual ya estaba todo dicho sobre este particular.
Fue tal la campaña ofensiva de la derecha española contra su propio país para deteriorar al Gobierno de coalición que a algunos ciudadanos les entró una duda razonable sobre si Sánchez y sus ministros iban por libre o el margen de maniobra que tenían era lo suficientemente amplio como para cumplir con los requisitos europeos para recibir los mencionados fondos. Al final, toda la fuerza se les fue por la boca y asistieron impotentes a los éxitos del Ejecutivo sobre este asunto.
“Europa nos ignora” era el mantra con el que los portavoces de la derechona hacían llegar sus alarmas a la opinión pública, pero toda esa parafernalia se vino abajo cuando el personal comprobó que la UE no era al Gobierno legítimo de España a quien ignoraba, sino a una oposición de chicha y nabo que hacía el ridículo una y otra vez y cuyas reclamaciones eran despreciadas sistemáticamente por la Comisión Europea. Y por cierto, la inmensa mayoría de reclamaciones dictadas por las autoridades comunitarias fueron a políticas realizadas por el Partido Popular, que todavía sigue con esa matraca con más moral que el Alcoyano.
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