Abusos sexuales en el ejército ucraniano

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Mujeres soldado del ejército ucraniano durante el Día de la Unidad. Fotografía: Emilio Morenatti.

Hanna Maliar, abogada y viceministra de Defensa de Ucrania, ha dado un paso al frente en una lucha que trasciende los formalismos. Sus palabras resuenan en medio del escándalo que ha ensombrecido a las fuerzas armadas por abusos sexuales. Su firme pronunciamiento responde a las sospechas perturbadoras de agresiones sexuales cometidas por altos cargos militares, quienes han degradado a las mujeres soldado que con gran valentía han decidido romper el silencio.

Ese coraje se hizo evidente cuando Nadiya Haran, sargento de pelotón de 27 años, se alzó para contar su historia. Desafiando el silencio impuesto, Haran tan sólo busca justicia. Forzada a solicitar su traslado de unidad tras denunciar la corrupción existente en los rangos superiores, sus palabras se topan con indiferencia y la orden de callarse. El abismo de impunidad engulle su dolor y junto con sus compañeras sufre en silencio.

En medio de este caso atroz, Hanna Maliar ha emergido como voz de cambio en un paisaje podrido por el despotismo. Su voz representa la indignación de quienes no seguirán tolerando más la perversidad que corroe las entrañas del ejército. Con una sólida formación legal, su promesa reverbera como una exhortación a la justicia: «Las sospechas serán investigadas sin piedad y con imparcialidad. Los abusadores serán castigados, sin importar cuán alto sea su rango».

Este paso audaz marca una nueva etapa en las fuerzas armadas ucranianas. La era de la impunidad se acerca a su fin, un tiempo en el que el acoso sexual era tolerado como parte del servicio. La respuesta enérgica de la viceministra Maliar es un firme rechazo: «El ejército no será cómplice del abuso ni permitirá que sus valientes mujeres sean víctimas».

En el campo de batalla, donde cerca de 60.000 mujeres luchan y perseveran, incluyendo 42.000 soldados y 5.000 en el frente, la seguridad es una urgencia ineludible. La promesa de Hanna Maliar es la primera fisura en la coraza de la indiferencia, el inicio de un tiempo en el que el acoso y la intimidación ya no tendrán lugar.

La historia de Nadiya Haran refleja la terrible realidad que muchas mujeres apechan en el ejército. Sus vivencias retumban en los pasillos oscuros del abuso, donde algunas de sus subordinadas también padecieron a manos del mismo despreciable comandante. Las víctimas, aterrorizadas por amenazas y coacciones, se vieron forzadas a elegir: someterse o ver a sus maridos, también en la brigada, sacrificados.
Hanna Maliar ha resaltado además otra inaudita realidad en su lucha por la igualdad en el ejército. En medio de estas acusaciones de malos tratos, destaca la desigualdad de género palpable en la ausencia de uniformes adecuados para las mujeres soldado. Sus declaraciones subrayan la indignidad de una situación en la que, incluso en momentos de combate, la vestimenta no está diseñada para las necesidades básicas de las mujeres.

El clamor de Hanna Maliar marca un momento decisivo en la historia de las Fuerzas Armadas de Ucrania. Su firme liderazgo es una promesa irrefutable de que el abuso sexual no será tolerado nunca más y que las mujeres soldado dejarán de ser víctimas en el lóbrego rincón de la impunidad. Con su compromiso, se abre un nuevo camino hacia la igualdad y la dignidad en el ejercito ucraniano.

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