Estados Unidos: el quinto jinete del Apocalipsis

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El coronel Bill Kilgore (Robert Duvall) en el mítico filme de Francis Ford Coppola “Apocalypse Now”.

Desde la Guerra de Independencia, que culminó con el reconocimiento de la autonomía de Estados Unidos por parte del Reino Unido tras la firma del Tratado de París el 3 de septiembre de 1783, hasta las operaciones bélicas contemporáneas, el destino de Norteamérica ha estado ligado a una constante serie de conflictos militares a escala mundial. A lo largo de los años, estas participaciones han reflejado los retorcidos intereses políticos, sociales y geopolíticos de los estadounidenses, los cuales han dejado su huella en el curso de la historia mundial. Explorar estas acciones ofrece una perspectiva que ilustra cómo Estados Unidos ha ejercido su influjo en pro de sus intereses en el escenario internacional.

Después de la Segunda Guerra Mundial, donde los Aliados emergieron victoriosos en 1945, se abrió paso a un nuevo orden mundial caracterizado por la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. La Organización de las Naciones Unidas se erigió como un esfuerzo por mantener la paz y la cooperación global (?). Esta época también presenció la partición de la derrotada Alemania nazi y la reasignación de poder en Europa y Asia.

Entre 1950 y 1953, el ejército norteamericano participó en la Guerra de Corea en un intento por contener la expansión del comunismo. La lucha culminó con un acuerdo de armisticio que aún hoy sigue en vigor. Durante ese mismo lapso, el ejército estadounidense también se involucró en la Guerra Civil de Laos y enfrentó desafíos en crisis como la del Estrecho de Taiwán. Asimismo, se involucró en la Guerra Civil Dominicana y en el conflicto en la Zona Desmilitarizada de Corea.

La década de 1960 se caracterizó por la fallida invasión de Bahía de Cochinos en Cuba, un evento que fortaleció la Revolución cubana y puso de manifiesto la flaqueza de la política de la Administración de Kennedy. No obstante, el punto álgido de la participación estadounidense se alcanzó con la Guerra de Vietnam (1955-1975), un conflicto que dejó heridas profundas y promovió una revisión de la estrategia exterior.

El cambio de enfoque hacia el Medio Oriente y África se dio en la década de 1980. La Operación “El Dorado Canyon” en Libia exhibió la proyección de poder de Estados Unidos, pero también sus efectos a largo plazo. La Guerra del Golfo (1990-1991) llevó a la liberación de Kuwait mediante una coalición internacional, marcando el inicio de conflictos duraderos en las Zonas de Exclusión Aérea en Irak. Simultáneamente, la Segunda Operación de las Naciones Unidas en Somalia (ONUSOM II) abordó una crisis humanitaria, mientras que la Guerra de Bosnia (1992-1995) implicó la intervención de la OTAN y culminó con los Acuerdos de Dayton, sentando las bases para la paz en la región. Durante ese período, la Operación “Uphold Democracy” (1994-1995) restauró la democracia en Haití.

El 20 de diciembre de 1989, el republicano George H. W. Bush autorizó la invasión de Panamá en la denominada Operación “Causa Justa”, que puso fin a la dictadura del general Manuel Antonio Noriega, antiguo colaborador de la CIA requerido por la justicia estadounidense por delitos de extorsión y narcotráfico. El propio George Bush sénior fue director de la Agencia Central de Inteligencia entre 1976 y 1977 (?), siendo presidente Gerald Ford.

Con el cierre del siglo XX llegó la Guerra de Kosovo en 1999. La intervención liderada por la OTAN buscó detener la limpieza étnica y restaurar la paz en la región. El conflicto concluyó con el Tratado de Kumanovo y la administración internacional bajo la Misión de Administración Provisional de las Naciones Unidas en Kosovo (UNMIK).

Desde el inicio del siglo XXI en adelante, las acciones militares estadounidenses en el escenario global han estado rodeadas de controversias y cuestionamientos. En muchas ocasiones se ha planteado la preocupación de que estas incursiones hayan sido justificadas mediante la manipulación de información y la creación de amenazas percibidas. Esta estrategia, llamada operación de “falsa bandera”, ha sido señalada como una forma de obtener apoyo público e internacional para desarrollar acciones militares específicas.

Un ejemplo histórico de esto ocurrió durante la Guerra de Vietnam, cuando los gobiernos de Lyndon B. Johnson y Richard Nixon enfrentaron acusaciones de haber engañado a la opinión pública sobre el desarrollo real del conflicto. La prensa desempeñó un papel fundamental al revelar cómo se enviaron más efectivos a combatir y cómo los bombardeos y el uso de napalm causaron devastación, lo que llevó a la desconfianza hacia los políticos y sus declaraciones oficiales.

En otro caso emblemático, en octubre de 1990, la joven kuwaití Nayirah Al-Sabah, con lágrimas en los ojos, denunció ante el Congreso de los Estados Unidos de América que había visto a soldados iraquíes irrumpir en un hospital de su país y sacar bebés de incubadoras para dejarlos morir en el suelo. Esta historia, que influyó en la opinión pública y en la decisión de intervenir en la Guerra del Golfo en 1991, posteriormente se reveló como una ficción orquestada por la empresa de marketing político Hill & Knowlton. Además, se descubrió que la joven testigo era hija del exembajador de Kuwait en Estados Unidos y que nunca había estado en el hospital en cuestión.

El episodio de la entrada de Estados Unidos en Irak en 2003 es otra muestra de cómo una noticia falsa puede tener consecuencias significativas. La creencia en la existencia de armas de destrucción masiva en Irak fue utilizada como justificación clave para la intervención militar. Sin embargo, después de la invasión, no se encontraron pruebas sólidas de tales armas, lo que desencadenó un debate sobre la veracidad de los datos presentados por George W. Bush, Tony Blair y el presidente español José María Aznar, quienes encabezaron la Cumbre de las Azores.

Estos casos subrayan la importancia de una vigilancia constante y crítica por parte de la sociedad y los medios de comunicación para garantizar que las acciones políticas y castrenses se basen en hechos verificables. La responsabilidad y la transparencia en la información proporcionada por los gobiernos son cruciales para mantener la confianza y tomar decisiones correctas en asuntos de relaciones exteriores y seguridad internacional.

En este contexto, es esencial ser críticos con la postura belicista que Estados Unidos ha mantenido a lo largo de su historia, autoproclamándose guardián de la paz mundial mientras en realidad ha utilizado sistemáticamente estrategias de manipulación para mantener el control y la hegemonía geopolítica.

La cultura arraigada de las armas en Estados Unidos constituye una lacra. El pueblo estadounidense ha vivido inmerso en conflictos bélicos, y la economía del país depende en gran medida de la industria armamentística y la apropiación indebida de recursos de otros países. Esta tendencia deriva hacia una gestión parasitaria que no sólo afecta a nivel internacional, sino que también tiene implicaciones internas. Además, Estados Unidos cada año pierde una porción de su hegemonía sin querer ceder el testigo. Las distintas administraciones de La Casa Blanca pretenden seguir dominando el mundo sin fecha límite y eso terminará más pronto que tarde.

Según estudios de analistas económicos contrastados, se proyecta que en 2050 China se convertirá en la primera economía global e India en la tercera. En la parte más decepcionante de la tabla se encuentran Brasil y Europa.

Es relevante destacar que la historia de los Estados Unidos de América también está marcada por el genocidio de los indios nativos americanos. A la llegada de los europeos, se estima que había cerca de 1.000.000 de indígenas. En 1885 sólo quedaban 300.000 sobrevivientes. Matanzas, mentiras y traiciones marcaron este oscuro capítulo de la historia, donde las diversas tribus fueron expulsadas de sus territorios, expropiadas a la fuerza y confinadas en reservas donde sufrieron maltratos, asesinatos y la falta de recursos básicos, dejándolos morir de hambre y desesperanza.

A su vez, la esclavitud normalizada en el territorio estadounidense que fue abolida en 1865 es otro aciago episodio de una crónica escrita con renglones torcidos de una nación que fue la principal fuerza capitalista del planeta a costa de la destrucción de la tierra que todos pisamos. El conflicto racial en el país de las barras y las estrellas continúa, pero esa es otra historia que trataré más delante. Porque, como reza el lema: “Black Lives Matter” (BLM).

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