
Me había sorprendido gratamente la decisión de la primera ministra de Italia, la ultraderechista Giorgia Meloni, de imponer un tributo especial a los bancos en un porcentaje de hasta un 40% sobre los obscenos beneficios extra alcanzados este año y me planteé que las entidades financieras no colaboran en ningún país del mundo con el sistema fiscal y que sólo recogen las nueces del árbol que menean los ciudadanos.
Me pareció interesante desmentir también el calificativo de impuesto ideológico que los altavoces de la Banca quisieron hacernos creer a los españoles extendiendo el bulo de que sólo la izquierda era la que trataba de sangrar a los que guardan nuestros ahorros y les dan rentabilidad económica. En este caso, era un gobierno semifascista el que se atrevía a exigir dinero a ese colectivo.
No obstante, la alegría duró poco en casa del pobre. Cuando se dio a conocer que el anuncio del impuesto a los bancos había hecho descender de forma brusca en la Bolsa de Milán las acciones de la banca, Meloni dio marcha atrás y retiró su propuesta, porque los responsables financieros le dieron un toque y le pusieron al hilo. Igual que cuando un niño se enrabieta y se rebela ante las órdenes de sus padres, y la respuesta de sus progenitores es una tanda de azotes en el culo, la reprimenda bancaria hizo cambiar de opinión a los miembros de Hermanos de Italia de manera tajante.
El colofón de esta historia es que la ultraderecha no sirve para tomar decisiones que obliguen a los poderes financieros a contribuir con la sociedad y que en cuanto enseñan la patita, sus verdaderos amos les ponen en posición de firmes para que aprendan.
En cambio, ya veis, los bolivarianos del actual (y futuro) gobierno de España han sorteado todos los obstáculos de los conservadores y los socialdemócratas de derechas y han puesto en marcha, véase en el Boletín Oficial del Estado, el impuesto a los bancos españoles, que tanto malestar ha causado en la caverna mediática. ¡Lo que hay que ver!
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