En el mundo del fútbol los logros deportivos a menudo se ven empañados por situaciones controvertidas y escándalos. Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF), ha estado en el centro de varios de estos episodios durante su mandato de cinco años.
La primera medida extraordinaria que tomó Rubiales al frente de la presidencia de la RFEF fue trasladar la Supercopa de España a Arabia Saudita por tres años, con una compensación de 40 millones de euros libres de impuestos por temporada y la renovación automática del acuerdo hasta 2025 con posibilidad de prorrogarlo. La decisión generó un agitado debate debido a la situación de los derechos humanos en el país anfitrión. El polémico traslado de la Supercopa a tierras saudíes tuvo otro destacado protagonista: el exdefensa del Barça Gerard Piqué, por entonces jugador en activo.
Documentos y audios filtrados por el diario digital El Confidencial desvelaron el tejemaneje de Rubiales y su compadre Piqué: el primero pactó con el segundo una recompensa de 24 millones de euros a favor de la compañía Kosmos Holding, fundada en 2017 por el exfutbolista catalán. Incluso, llegaron a hablar sobre la posibilidad de contactar al rey emérito para que actuara como intermediario con el régimen islámico.
A principios de 2020, el tío y exjefe de Gabinete del presidente de la Federación, Juan Rubiales, denunció ante la Fiscalía Anticorrupción que su sobrino había pagado una orgía en un chalet de Salobreña (Granada) con tarjetas de la RFEF. Además del jefe y su equipo más directo asistieron a la fiesta un grupo de ocho o diez chicas, según señalaba la denuncia. En 2018, ya había hecho un chanchullo considerable: viajó a Nueva York con la pintora mexicana Roberta Lobeira y los gastos corrieron a cargo de la Federación. La justificación de su estancia durante seis días en Estados Unidos se fundamentó en dos reuniones que nunca se produjeron con Naciones Unidas y la Major League Soccer (MLS).
En ocasiones, las maquinaciones de Rubiales parecen salidas del mundo del hampa. Según la información publicada por El Confidencial, el presidente de la RFEF habría estado grabando durante los últimos cuatro años conversaciones comprometedoras con diferentes miembros del Ejecutivo del PSOE y Unidas Podemos. Por otro lado, Juan Rubiales —con el fin de menoscabar la credibilidad de David Aganzo— contrató con la connivencia de su sobrino a una agencia de detectives a cuenta de la Federación para hacer seguimientos y saber con quién se reunía, con quién hablaba y quién apoyaba al presidente de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE).
El dinero siempre fue una de las debilidades de Luis Rubiales. En la primera Asamblea que presidió se asignó porque sí un sueldo fijo de 160.000 euros más incentivos de un 0.15% de los ingresos anuales de la Federación. En 2022, su salario bruto ascendió a 675.761 euros, un 6.5% más que en 2021 (634.761 euros). Además, en esa misma asamblea se aprobó que recibiera un porcentaje de los patrocinios que consiguiera para la Federación y que podría gozar de una vivienda en Madrid con una ayuda mensual de 3.000 euros para sus gastos personales. Rubiales había descubierto el maná caído del cielo, trincando a dos manos: de la RFEF y de la UEFA (de la que era vicepresidente).
La tensión entre Rubiales y el fútbol femenino español ha sido una constante en los últimos años. El punto de inflexión de este conflicto se produjo en 2020, cuando la Federación emitió un comunicado en el que desaconsejaba profesionalizar la liga femenina. Esa postura generó una gran polémica e indignación entre las jugadoras y la afición, que veían en la profesionalización una oportunidad para el crecimiento y la visibilidad de este deporte.
A pesar de la negativa inicial de la RFEF, la reivindicación no se detuvo. La presión y la demanda de igualdad de oportunidades finalmente prevalecieron, y la Liga Profesional de fútbol femenino (LPFF) se convirtió en una realidad imparable. Reconociendo la necesidad de adaptarse a esta evolución y de impulsar el desarrollo del fútbol femenino en España, Rubiales cambió su enfoque asignando 20 millones de euros para su promoción. Sin embargo, esta concesión sólo supuso una solución temporal que no resolvió la persistente discrepancia, la tensión seguía latente.
La final de la 4.ª edición de la Supercopa de España femenina terminó con el Barcelona como campeón tras imponerse a la Real Sociedad y también con polémica. Las jugadoras de ambos equipos tuvieron que recoger las medallas de una mesa en una fría ceremonia sin la participación protocolaria de la Federación. Este lamentable incidente ocurrido en el Estadio Romano “José Fouto” de Mérida contrasta con el armónico desarrollo de la Supercopa masculina celebrada en Riad, donde el propio Rubiales fue quien entregó las medallas a los futbolistas.
Pero esto no termina aquí… o puede que sí y Rubiales pierda en el último asalto por nocaut. La madre de todas las polémicas —causante del mayor terremoto en la historia del fútbol español— sucedió el pasado 20 de agosto en la final de la novena edición de la Copa Mundial Femenina de la FIFA, que disputaron Inglaterra y España en el Estadio Australia, en Sídney.
Durante el partido, el censurable comportamiento del presidente de la Federación —quien siguió el desarrollo de los acontecimientos desde el área VIP del estadio— generó críticas en todo el mundo. A modo de celebración, cuando finalizó el encuentro con la victoria de la selección española, rompió el protocolo llevándose las manos a sus genitales. Poco después, a pie de campo, en la entrega de medallas, Luis Rubiales besó en los labios a la centrocampista Jennifer Hermoso mientras sujetaba su cabeza con las manos, en un gesto que definió como un acto espontáneo, mutuo, eufórico y consentido.
Esa misma noche Rubiales volvía a actuar con sorprendente arrogancia durante una entrevista que mantuvo con el vocero cavernícola de la COPE Juanma Castaño, quien restó importancia a los hechos acaecidos llegando incluso a bromear con el propio presidente de la Federación, que envalentonado en un ambiente de machirulos terminó desbarrando: «No hagamos caso de los idiotas y de los estúpidos. Un pico de dos amigos celebrando algo… de verdad, no estamos para gilipolleces. Con todo lo que he pasado, no estamos para tontos del culo. Ha habido más besos, no míos, sino de otra gente».
Un día después, empujado por las circunstancias aunque no muy convencido, pedía disculpas públicas por agarrarse los testículos y besar a Jenni: «Seguramente me he equivocado, lo tengo que reconocer. En un momento de máxima efusividad, sin ninguna mala intención, sin ninguna mala fe… pues bueno, ocurrió lo que ocurrió, creo que de manera espontánea».
El 23 de agosto, la jugadora madrileña desmentía las palabras del presidente de la RFEF en un comunicado emitido junto con el sindicato FutPro: «Quiero aclarar que en ningún momento consentí el beso que me propinó y en ningún caso busqué alzar al presidente. No tolero que se ponga en duda mi palabra y mucho menos que se inventen palabras que no he dicho». Su testimonio formaba parte de un escrito conjunto con otras 53 jugadoras, entre ellas 20 campeonas del mundo.
Mientras el fuego se seguía propagando, Rubiales —con la soga al cuello— se negaba a renunciar a su cargo (arropado por su guardia pretoriana) en la Asamblea General Extraordinaria de la Federación celebrada el viernes 25 de agosto en la Ciudad del Fútbol de las Rozas, en Madrid. De todas formas, de nada sirvió el atrincheramiento porque finalmente fue suspendido de manera provisional durante 90 días por parte de la FIFA, considerando que sus actos podrían resultar constitutivos de violaciones de los artículos 13.1 y 13.2 del Código Disciplinario de la organización que rige las federaciones de fútbol a nivel global.
Por su parte, el secretario de Estado para el Deporte, Víctor Francos, confirmó en rueda de prensa que el Consejo Superior de Deportes (CSD) había presentado su propia denuncia contra Rubiales ante el Tribunal Administrativo del Deporte (TAD) por abuso de autoridad y por atentar contra el decoro deportivo.
Y para que el asunto terminara adquiriendo la condición de relato surrealista sucedió que Ángeles Béjar, la mamá del señor del balón, se encerró en la parroquia de la Divina Pastora de Motril hasta que los ataques injustificados contra su hijo se terminen.
Con la cuestión politizada a más no poder, el turno de palabra se dispensa ya como en la charcutería. Porque a estas alturas todos hablan, todos opinan, todos juzgan… con o sin criterio. Vamos cuesta abajo y sin frenos.
Los tunantes de Vox se cuelan en la historia para marearnos una vez más con su serenata disonante. El partido de Santiago Abascal denunció en la red social X la cacería política y mediática a la que se está sometiendo a Rubiales, negándose también a comprar el relato de la izquierda con el que según Vox quieren ocultar el fracaso de la ley del “sólo sí es sí” y blanquear a quienes la promovieron causando la excarcelación masiva de delincuentes sexuales.
¿Y entretanto cómo se desenvuelve el PP? Pues Cuca Gamarra, su secretaria general, acusando al Gobierno de coalición de tapar y proteger a Rubiales y recriminando al Ejecutivo haber actuado con mucha hipocresía tras la polémica por el beso. A Dios rogando y con el mazo dando…
Luego Reyes Maroto —en un arrebato de nosequé— anuncia que el Grupo Municipal Socialista en el Ayuntamiento de Madrid propondrá que el centro deportivo Antiguo Canódromo, entre los distritos de Latina y Carabanchel, lleve el nombre de Jennifer Hermoso… Amigos socialistas, ¡que en el antiguo canódromo se celebraban carreras de galgos! Con esta “idea de bombero” se lo sirven en bandeja de plata a los reaccionarios de la caverna. En fin…
Manifestaciones en la calle, nuevas denuncias, cuchillos que vuelan. Como al culebrón Rubiales le queda mucha cuerda, será mejor dejarlo aquí, porque largo se torna el camino y la ventura siempre deja una puerta abierta en las desdichas para dar remedio a ellas. Y al final no sucederá nada. ¿Dónde has visto tú o leído jamás que caballero andante haya sido puesto ante la Justicia, por más delitos que hubiese cometido?
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