
Convendréis conmigo en que ir por la vida dando tumbos no es la mejor forma para llegar a buen puerto. El camino más corto entre dos puntos es la línea recta, como dicen los expertos en geometría, por lo que no tiene mucho sentido desarrollar una táctica de zigzagueo como manera más fácil de alcanzar el objetivo que se pretende.
Pues ya veis, queridos, el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, ha decidido seguir la estrategia de los borrachos, y va de lado a lado para ver si encuentra los apoyos precisos para ser investido jefe del Gobierno a finales de septiembre y no es precisamente la coherencia lo que destaca de su proceder. Es cierto que “en el vino está la verdad”, como expresa el viejo proverbio latino, pero el exceso de alcohol no contribuye a que esa verdad resplandezca y sólo provoca que se traben la lengua y el cerebro.
Núñez Feijóo se partió el pecho manifestando a diestro y siniestro que era el vencedor de las elecciones generales del 23J, pero confundió ser el partido más votado con el que tenía más apoyos, porque resulta que no cuenta con el respaldo de la mayoría de los grupos parlamentarios, salvo Vox. Sus enfrentamientos con los nacionalistas vascos y catalanes le hacen ser proclive a recibir un batacazo cuando se someta al debate de investidura, que se celebrará los días 26 y 27 de septiembre. Las críticas de su partido y de su entorno mediático al PNV y a los partidos catalanistas no hacen viable un acercamiento, ya que siempre buscan las cosquillas a sus políticas. Bueno, el PP también desprecia bastante a Vox, pero Santiago Abascal sabe que su partido es la única opción para propiciar una posible derogación del sanchismo, además Abascal ofrece a Feijóo sus votos gratis.
Especialmente patético es su argumento para tratar de convencer a los nacionalistas vascos, sobre la base de que la extrema derecha no va a entrar en el Gobierno, pero no les garantiza que no vaya a poner en marcha políticas contra los intereses del PNV, que le ha dado calabazas por tercera vez consecutiva, sin que el aspirante conservador se haya dado por enterado. Lo curioso es que su ocurrencia de hablar con el partido de Carles Puigdemont (Junts per Catalunya), más que ilusión ha generado una profunda polémica.
El patetismo de Alberto Núñez Feijóo ha llegado a tal extremo que le ha ofrecido al PSOE una legislatura de dos años y seis pactos de Estado, aunque cuando Pedro Sánchez le planteó que acuerde la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el líder del PP le dijo que nones. Para más inri, hay una especie de disposición transitoria que establece que sin pactos: lo de los dos años, si te he visto no me acuerdo.
El candidato conservador piensa que si está dos años en La Moncloa, en las siguientes elecciones conseguirá los apoyos precisos para ganar con holgura, pero esas cuentas de la lechera no le dan los réditos que necesita. El 27 de septiembre nos daremos cuenta de que Feijóo ha perdido el tiempo y será el turno de su oponente socialista, lo que significa prorrogar el sanchismo.
Sin embargo, en una cosa tiene razón Núñez Feijóo: en presentar su candidatura a la investidura porque es el partido más votado. La experiencia, además, le demuestra que aquellas formaciones que tienen más respaldo y se niegan a presentarse para gobernar, sufren luego el desprecio de sus votantes. Qué mejor ejemplo que el fiasco de Ciudadanos en Cataluña, que se dio el piro tras ganar los comicios. Es el único motivo justificado que tiene el orensano. Pero no le va a servir de nada para ser presidente de España.
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