Ariane Lavrilleux: el periodismo bajo amenaza

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Retrato de la joven periodista francesa Ariane Lavrilleux. Fotografía: Roger Anis.

En un mundo donde las sombras gubernamentales se expanden cada vez más, donde el secretismo y la opacidad son prácticas habituales, la brava periodista francesa Ariane Lavrilleux se ha convertido en un símbolo más de la lucha por la libertad de prensa. Después de pasar 39 largas horas bajo la custodia de los agentes de la DGSI encerrada en la comisaría de Marsella, finalmente fue puesta en libertad. Su detención no sólo constituye un ataque a su integridad y su derecho a informar, sino también un golpe a la democracia y la transparencia que deben prevalecer en cualquier sociedad civilizada.

Ariane Lavrilleux no es una delincuente, es una defensora incansable de la verdad. Su único “delito” fue revelar una operación encubierta realizada por su propio gobierno, una operación que dejó huellas indelebles en la conciencia de aquellos que valoran la vida y los derechos humanos. En su investigación publicada en el medio Disclose en noviembre de 2021, destapó una operación del Gobierno francés denominada “Sirli”. Durante esta misión, las fuerzas armadas francesas realizaron al menos 19 ataques aéreos contra civiles, entre 2016 y 2018, en la frontera que comparten Egipto y Libia. Pero, ¿por qué intentaron silenciar esta acción? ¿Por qué temen la exposición de la verdad?

La respuesta es clara: los gobiernos, bajo el pretexto de proteger a sus ciudadanos, llevan a cabo operaciones en las sombras, fuera del escrutinio público, sin rendir cuentas a nadie. Argumentan que el silencio es necesario en pro de nuestra propia seguridad, pero ¿a qué precio? A costa de nuestra libertad y de pervertir la verdad y la justicia.

La operación “Sirli” en Egipto fue sólo la punta del iceberg. A lo largo de los años, hemos sido testigos de cómo los líderes políticos de todo el mundo manipulan la información o la ocultan y persiguen a los periodistas que se atreven a destapar sus chanchullos. Nos dicen que todo es por nuestro bien, pero en realidad es por el bien propio, por su poder y su impunidad.

El trabajo de un periodista no se debería limitar sólo a informar, sino también a cuestionar, investigar y desafiar a las autoridades cuando sea necesario. La ciudadanía tiene el derecho fundamental de conocer las maquinaciones que llevan a cabo sus gobiernos en su nombre, un pilar de cualquier sociedad democrática.

La detención de Ariane Lavrilleux nos recuerda que la libertad de prensa es frágil y que tiene que ser defendida permanentemente. No podemos permitir que el secretismo domine nuestras vidas y nuestras conciencias. Debemos alzar la voz, manifestarnos y seguir el ejemplo de organizaciones como Reporteros Sin Fronteras (RSF), una oenegé internacional sin ánimo de lucro, o el Instituto Internacional de la Prensa (IPI), una red global de editores y periodistas que trabajan duro por la defensa de la libertad de los medios de comunicación. Respecto al caso de Ariane Lavrilleux, RSF convocó concentraciones de protesta en nombre de la libertad de prensa, mientras que el IPI ha expresó su inquietud por la detención, exigiendo el respeto de los estándares internacionales para la protección de las fuentes periodísticas.

Por todo esto, hoy queremos decir alto y claro: ¡El periodismo no es un crimen! La verdad es nuestro derecho, y ninguna operación encubierta ni ningún gobierno deben quedar exentos de rendir cuentas. La luz de la verdad nunca debe apagarse, y la voz de los periodistas intrépidos nunca debe de ser silenciada.

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