
Cuando el tecnócrata de turno, generalmente designado a dedo por la administración municipal del momento, decide colocar en bloque cinco contenedores de basura frente al bar donde uno socializa con vecinos y visitantes, es natural que surjan reacciones contrarias más pronto que tarde. Si además se produce un agravio comparativo, terminas sintiéndote como un ciudadano de tercera clase en relación con aquellos que reciben un trato más adecuado.
Hace ya tiempo que quienes gobiernan nuestras ciudades se subieron a la ola de la gentrificación. ¿Por qué motivo? ¿Puro esnobismo? Prefiero creer eso en lugar de pensar que lo hacen con el propósito de joder a los trabajadores que viven en los barrios y beneficiar a los hípsteres de la nueva colonización cultural capitalista.
Hecha la introducción formal al asunto, te cuento… Sucede que Gijón, la ciudad en la que nací y vivo, me produce cada vez más desafección debido a la falta de empatía y acierto por parte de quienes hacen y deshacen en el consistorio. Con el comienzo del nuevo siglo, el mal llamado centro metropolitano (la inevitable expansión urbanística desplaza progresivamente el eje de la centralidad local) así como el casco antiguo de la ciudad han estado experimentando un proceso paulatino de peatonalización en beneficio de la patronal hostelera, léase OTEA. Quien argumente lo contrario, se delata… Porque, como sabes “donde hay patrón, no manda marinero”. Y en el ADN de muchos de nuestros políticos, que van y vienen y vienen y van, está plegarse al poder de tan refulgente lobby. Al menos por estos lares.
El pasado 17 de julio, el periódico decano de la prensa asturiana destacaba en titulares el deseo del jefe de la cosa, Ángel Lorenzo, quien afirmaba: “Queremos tener casetas en la Semana Grande para el año que viene”. Añadía que “es necesario actualizar la ordenanza de terrazas para que sean más confortables y atractivas para el cliente, quien es el que las vive”. Tomen nota, ediles del vino gran reserva y las tapas de autor, y que esa actualización sea buena para los grandes pero también para los pequeños. ¡Que todos somos iguales! ¿No?
Así que, señores y señoras del ayuntamiento, antes de satisfacer el insaciable apetito de la voz de su amo atiendan los ruegos de sus más humildes electores —esos que engrosan el saco de votos que les mantienen vivos políticamente hablando— y hagan el favor de desplazar ya los cinco contenedores que tapian La Santina de Ceares. Sólo se trata de mover unos metros los mamotretos que hacen imposible el desarrollo de las iniciativas que se pretenden realizar en este bonito espacio ubicado en el número 5 de la calle Fuente del Real. ¿Prefieren dar la espalda a los pequeños negocios del municipio como es en este caso? Su propietaria, Santa de las Heras, lleva dos años solicitando reiteradamente a través del Registro municipal la ejecución de tan sencilla maniobra, sin conseguir el propósito.
Los vecinos y visitantes de la zona estamos orgullosos del emprendimiento de esta mujer luchadora, cuya intención, además de ganar con su esfuerzo un jornal digno que le permita dar continuidad a su proyecto empresarial, es avivar un barrio que languidece en la sombra.
Señores y señoras del ayuntamiento, su indiferencia con respecto al caso que aquí expongo ¿acaso evidencia su distanciamiento de la clase obrera que les vota cada cuatro años? Porque si así fuera, cuando llegue el momento no tengan el descaro de pasar a vernos para vender la moto y hacerse esas fotos que lucen tan bien y luego “si te he visto, no me acuerdo”.
Esta situación invita a reflexionar sobre la importancia de una toma de decisiones transparente y participativa por parte de las autoridades municipales, considerando las opiniones y necesidades de la ciudadanía. En última instancia, el desafío es encontrar un equilibrio entre las necesidades urbanas y la calidad de vida de la comunidad local.
Por todo ello, queridos lectores os pido que firméis y os suméis a ésta nuestra primera causa justa. Porque aunque viváis en otra ciudad, en otra región, en otro país… todos juntos podemos exponer en público la realidad de nuestros políticos y revertirla en positivo.
Y si al final los señores y señoras del ayuntamiento de Gijón se dignan a cambiar con celeridad el lugar de los cinco contenedores de basura que bloquean el café-bar La Santina de Ceares, prometo hacéroslo saber en un próximo artículo. ¡Ojalá que así sea!
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