Con motivo de las manifestaciones ultraderechistas ante la sede del PSOE de la calle Ferraz en Madrid y ante la violencia de algunos participantes, recordaréis que los antidisturbios que trataban de evitar que se rompiera el perímetro de seguridad terminaron cargando contra los más agresivos de los que protestaban practicando algunas detenciones, que según muchos testigos, fueron menos de las que deberían haber sido.
Pues bien, al socaire de estos acontecimientos, una asociación policial que firma bajo el pomposo nombre de Una Policía para el siglo XXI puso en solfa las órdenes de los responsables gubernativos que mandaron cargar contra los manifestantes y exigieron responsabilidades por agredir a niños, ancianos y mujeres, lo que dejó perplejos a muchos compañeros de los integrantes de esa plataforma porque esos niños, mujeres y ancianos actuaron con una agresividad ostensible, hasta el punto de que algunos sufrieron las huellas de su pacifismo.
Es curioso que esta organización policial, que tiene el sectarismo como uno de sus principios fundamentales, no alzara la voz ni mostrara su malestar respecto a la concentración del 25-S bajo el lema “Rodea el Congreso” o criticaran las restricciones sociales y austericidas de los gobiernos de Mariano Rajoy, posiblemente porque en aquellas movilizaciones no había niños y ancianos, sino, y sobre todo, viejos extremistas pagados con el oro de Moscú que querían reventar España.
Independientemente de que es loable que los policías velen por la contención en todas las manifestaciones tanto de las propias fuerzas del orden público como de quienes se movilizan, hay una hipócrita doble moral en este colectivo de vigilantes de la seguridad en nuestras calles, ya que defienden a los gobiernos cuando son de derechas y a la inversa apalean a las izquierdas protegiendo a los protestones, incluso sin estos son muy belicosos, manteniendo posiciones neofranquistas y denostando a los gobernantes cuando cuelga sobre ellos el sambenito de rojos y progresistas. Un poco de vergüenza torera no estaría nada mal si de verdad quieren que la ciudadanía les haga caso.
Cada vez es más descarada la deriva ultraderechista de determinadas asociaciones policiales que se han apoderado del control de los sindicatos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tanto de la Policía Nacional como de la Guardia Civil a través de agrupaciones como Justicia Policial o Justicia para la Guardia Civil, dependiendo del cuerpo al que pertenezcan. Recordaréis cómo desde que el Gobierno de Pedro Sánchez tomó posesión, estos émulos de Jimmy Hoffa salieron a la calle para exigir mano dura contra izquierdistas y separatistas y besos y abrazos para Vox y sus muchachos. En lugar de una policía para el siglo XXI parecía una policía para el feudalismo de la Edad Media.
Pero el idilio entre la extrema derecha que salía a la calle a “reventar” socialistas y la extrema derecha uniformada con casco y porra no duró demasiado; era tal la agresividad de los manifestantes —que repetidamente intentaban sortear los cordones de seguridad mientras provocaban a los agentes— que las fuerzas del orden público no tuvieron más remedio que poner distancia para que no se produjera alguna desgracia.
La imagen del macarra de Javier Ortega Smith amenazando a los jefes de la Policía con tomar medidas contra ellos y grabar las cargas si no le dejaban actuar a su antojo, además de ser vergonzosa para la democracia española puso fecha al alejamiento entre los más guerreros contra la sede central del PSOE y las organizaciones sindicales de la Policía. Hasta Jusapol se vio en la necesidad de dejar claro que no eran el brazo armado del partido de Santiago Abascal ni de los niñatos con banderas preconstitucionales que daban vivas a la España del dictador y levantaban el brazo al modo de saludo fascista. Pero les costó mucho dar ese paso, creedme. ¿Qué sucedería si en lugar de un diputado de Vox fuera un representante de EH Bildu el que amenazara a los responsables de los antidisturbios?
Parece ser que las protestas frente a Ferraz están decayendo, aunque siguen en pie, porque la democracia es garantista hasta con sus enemigos. Eso no hace bajar la guardia a los encargados de la seguridad de la sede socialista ni a las fuerzas del orden público, que esperan a que se acerquen fechas simbólicas para comprobar cómo la histeria de los más vociferantes vuelve a inundar las calles de toda España. Por eso, se necesitan con prioridad policías del siglo XXI, no policías de la época de Guzmán el Bueno.
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